Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
8
Western En la pequeña ciudad de Silver Lode, el sheriff McCart interrumpe bruscamente la boda entre Dan y Rose para detener al novio. (FILMAFFINITY)
28 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Western fatalista que reposa sobre la ambigüedad y la hipocresía, duro y cortante como el filo de un hacha. Allan Dwan (cineasta prolífico, nadie se pone de acuerdo en cuantificar su filmografía) lo rodó con restricciones económicas pero sin ningún tipo de restricción creativa. Un film denso y de una tensa progresión dramática, que desprende una armonía ejemplar entre lo que se cuenta, los encuadres y los movimientos de la cámara. El comienzo remite inequívocamente a “Solo ante el peligro” de Fred Zinnemann, un hombre apreciado por sus vecinos sufre el desprecio al recurrir a la ayuda de estos, mientras intenta demostrar su inocencia. La “Caza de Brujas” estaba en pleno apogeo y el cineasta nos presenta una soterrada parábola antimaccarthista.

Unos jinetes irrumpen en un pueblo llamado Silver Lode (el cual corresponde al título del film) en el que se está celebrando el cuatro de Julio, la fiesta nacional norteamericana. También la boda de Dan Ballard (John Payne), hombre respetado por sus conciudadanos, con la hija de un acaudalado lugareño Rose (Lizabeth Scott). Ned McCarty, sin la hache, y no es casualidad (Dan Duryea), quien se presenta como agente federal y sus ayudantes interrumpen la ceremonia para detenerlo acusado de robo y homicidio ocurrido dos años atrás. Dándose la paradoja que el muerto era hermano de McCarty, un inquisidor que según su acreditación representa la ley.

Un western sintético y efectivo, yendo más lejos que “Sólo ante el peligro”, pues Dan Ballard llega a perder la confianza de la mujer que ama, o creía amar, sobre todo cuando aparece en el relato una segunda mujer, la cabaretera Molly (Dolores Moran), que pudo haber tenido alguna aventura con Ballard en ese pasado que ahora se presenta oscuro, turbio e inquietante. A diferencia del lacónico y maduro Gary Cooper en que su rostro denota nobleza inequívoca. Por el contrario, la expresión pétrea y endurecida de John Payne resulta idónea para comunicar el misterio que rodea a su personaje.

La película se erige, de este modo, en una bella digresión sobre la fragilidad de las apariencias cuya eficacia viene reforzada por un estupendo guión, así como la luminosa fotografía que contribuye sobremanera a reforzar la visión de conjunto, un pueblo pequeño y pulcro, proporcionando un retrato de una sociedad mezquina que bajo su apariencia de honorabilidad oculta una repugnante hipocresía. Es quizá por todo lo comentado, en mi opinión, lo que le da un aura de western de culto.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow