Spielberg es un cineasta que tiene la habilidad de conectar fácilmente con el público, es el mago del cine de entretenimiento, sus películas se cuentan por éxitos, al menos de taquilla, cuando por ésta época, la Academia aún no se había rendido a sus pies, es más, lo despreció, después de nominar su película en 11 candidaturas, fue un hecho muy comentado, luego llegaría “La lista de Schindler” para resarcirse del todo. Lo cierto es que este gran melodrama para adultos pilló a todo el mundo a contrapié y descolocado, no obstante, lo que interesa es la película en sí misma. Y hay que reconocer que “El color púrpura”, es espléndida, sin paliativos, y que sorprende precisamente en los apartados donde se ceban sus críticos: contiene personajes humanos memorables e interpretaciones magníficas.

Juega ejemplarmente, en mi opinión, la carta de la emoción sin caer en el sentimentalismo ni en el falso pudor. Basada en una novela de Alice Walker, premiada en 1982 con el Pulitzer y que no tengo el gusto de conocer, la acción se desarrolla a lo largo de cuarenta años en una plantación y narra el proceso por el que una mujer de color, maltratada desde niña, llega a conocer el orgullo de ser libre, logrando la autoestima y la independencia económica. Hay que aclarar enseguida, que aunque la película es de negros, no versa sobre el racismo – la opresión de los blancos aparece sólo en segundo plano –; los personajes (más concretamente las mujeres y sus hijos) sufren a causa de la cultura patriarcal que les ha sido inculcada (y que ejercen concretamente los predicadores, los padres y maridos, y las mujeres que han interiorizado esta situación).

“El color púrpura” es una denuncia feminista desarrollada con los trazos del melodrama más tradicional, recreado en la América profunda del primer cuarto del pasado siglo. Así, la película es la historia de la liberación de Celie (Woopi Goldberg), una mujer sumisa y resignada como sólo puede serlo quien conoce la esclavitud y la humillación. Su propio padrastro ha abusado de ella a los 14 años, dos hijos que le han arrebatado nada más nacer. Y su marido, que la trata como una criada, la separa de su hermana Nettie. Por otro lado, se nos presenta el contraste entre los negros temerosos de Dios, que transmiten la ideología de la resignación (cantan góspel en la iglesia) y los negros “malos” que se sienten orgullosos y libres (disfrutan el jazz y cantan blues en los tugurios).

Esta obra podría considerarse su primer film de prestigio, después de sus primeros ocho films más o menos comerciales, y que Spielberg necesitaba hacer para consolidarse como un cineasta serio y comprometido. Como si el cine de entretenimiento bien hecho no fuera respetable, pues como todos sabemos, el primer mandamiento para cualquier cineasta es no aburrir. “El color púrpura” es un film muy bien ambientado, acompañado de la música de Quincy Jones, una estupenda fotografía, buen trabajo de los actores y un excelente diseño de producción.