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Voto de Antonio Morales:
8
Cine negro El Sindicato del Crimen controla la ciudad. Nadie sabe quién es su jefe, a quien llaman "el Anciano". La corrupción se ha adueñado de las instituciones e incluso de las fuerzas del orden. Thomas McQuigg, un honrado capitán de policía, ha sido trasladado por sus superiores a una comisaría de barrio para mantenerlo al margen. Pero él no se rinde: con la ayuda de Johnson, un policía tan íntegro y valiente como él, emprende una implacable ... [+]
12 de febrero de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
EN 1928 Howard Hughes produjo “La Horda” (The Racket, 1928, Lewis Milestone), hablaba sobre la corrupción administrativa en distintos ámbitos de las grandes ciudades. Es considerada por muchos autores como una de las películas germinales del “Film noir”, basada en una obra teatral de Broadway. Hugues encontró en esa historia de corrupción y gánsteres, unos periodistas y policías honestos que luchan contra el crimen contra viento y marea, tal era su interés que no dudó en volver a llevarla al cine.

En 1950 Hugues encarga la obra a John Cromwell para que dirija el “remake”, “El soborno”, 1951, Hugues busca actualizar la historia trasladándola a la sociedad americana de la posguerra justo en el momento en el que Estes Kefauver (Senador por Tennessee), había comenzado su ardua lucha contra el crimen organizado. No es casual que la secuencia de apertura de la película, precisamente, sea una reunión entre fiscales y el gobernador para informar a este, y de paso a los espectadores, de cómo en la ciudad se ha extendido el control criminal de la misma hasta llegar a las altas esferas judiciales y políticas.

El guión está escrito por William W. Heines y W. R. Burnett para Cromwell por entonces enfermo y bastante mayor, el film será finalizado por Nicholas Ray (no acreditado), recupera el tema principal de su antecesora, la corrupción, pero en un contexto bien diferente. Y es ahí en donde encontramos lo más interesante de la propuesta. La puesta en escena no depara grandes secretos, los personajes excelentemente interpretados por Robert Ryan y Robert Michum en los papeles de un gánster sin escrúpulos y de un policía afanado en la lucha criminal respectivamente, responden a una tipología tan bien perfilada que acaba deviniéndolos en arquetipos.

La historia, en su desarrollo depara un par de giros interesantes; la visualización, aséptica, sin demasiados juegos lumínicos para tratarse de un “noir”, tan solo presenta algunas soluciones visuales relevantes, como la presentación del Capitán McQuigg (Mitchum), la explosión de la casa de este y una persecución automovilística, en contraste con otras, sobre todo aquellas que se resuelven en los interiores domésticos entre los protagonistas y sus parejas femeninas, de una cierta indolencia artística. “El soborno” tiene, de manera directa o indirecta, el objetivo de lanzar un cierto mensaje de aliento a la población en cuanto a la lucha contra el crimen y la corrupción. Resumiendo, interesante film de denuncia que a pesar de tener más de 50 años, su mensaje sigue vigente, pues describe las flaquezas y debilidades de la condición humana.
Antonio Morales
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