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Voto de Antonio Morales:
6
6,7
1.065
Documental Película documental sobre los últimos días del gran director de cine americano Nicholas Ray, conocido por films como "Rebelde sin Causa" o "Johnny Guitar". Cuando se estaba muriendo de cáncer, Ray se negó a ir a a un hospital y prefirió quedarse en su loft de Nueva York, rodeado de sus mejores amigos. Wim Wenders conoció a Nicholas Ray en 1976 durante el rodaje de "El Amigo Americano". "Sabía que quería trabajar y morir trabajando" dice ... [+]
6 de noviembre de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No sé por qué tengo que irme…”, se pregunta desgarradora y lacónicamente a sí mismo Nicholas Ray ante la cámara, un moribundo devorado por un cáncer de pulmón terminal, su edad era sólo de 67 años, su aspecto era fiel reflejo de esa lacra que la medicina no puede vencer. Nadie se filmó (o dejó que le filmasen) en la agonía, a pocos días de una muerte horrible, como es el caso de Ray en esta cinta filmada por su amigo Wim Wenders. Quiero pensar que su amigo Wim, el director alemán con talento, según afirma el propio Ray, repito, quiero pensar que no está intentado sacar rédito y prestigio a costa de este pobre anciano agonizante. En este film, la separación entre realidad y ficción se convierte en una tarea que resulta penosa.

Este mortecino relámpago ideado por Wenders describe a un Ray decadente sumido en la desesperanza, tosiendo pero sin despegarse del pitillo en la boca, en su apartamento de Spring con Broadway en el Soho neoyorkino, desde donde se podía ver el World Trade Center. Recluido en la cama del hospital, en otro momento dando sus últimas conferencias, meditando sobre su obra (“Sólo os pido que no me preguntéis sobre James Dean, tenía un gran talento”, se quejaba Ray amargamente), y entregándose a la consecución de su testamento cinematográfico, al parecer, lamentablemente manipulado por Wenders. Viendo hoy “Relámpago sobre el agua”, a film by Nick Ray & Wim Wenders, tras más de treinta años, parece que el tiempo lo cura todo y aquella polémica que surgió sobre la figura de Ray, especialmente admirado tanto por su obra como por su postura insurrecta frente al sistema de Hollywood, adquiere unos contornos y relieves distintos.

Ray acepta el desafío como si estuviera realizando una prolongación de lo que era su última película como director, la independiente “We can´t go Home Again” (1971-1979), construida a retazos, a golpes de manivela cuando apenas quedaban fuerzas. El hombre que había revolucionado el western con el lirismo de Johnny Guitar, que había cambiado el musical con “Party Girl”, que había realizado un film emblemático para la juventud de los años 50 como “Rebelde sin causa”, que defendió la naturaleza ecologista con “Los dientes del diablo”, que fue seducido y engañado por Samuel Bronston para trabajar en la España de Franco, y que trabajó con los mejores actores de la época dorada de Hollywood, sólo podía ser vercido por el maldito cáncer que se le había expandido hasta el cerebro.

Si él fue el primer cineasta moderno de los clásicos, fue también el último clásico de los modernos. Ray se entrega al film para crear con su muerte un acto artístico. Le apasionaba la vida pero estaba condenado a morir. Su figura es patética: cuerpo esquelético, rostro cadavérico, apenas unos mechones de pelo blanco como consecuencia del tratamiento contra el cáncer. Pero lo que resulta extraño es su vitalidad que aún lo impulsa a situarse frente a la cámara para concluir el que sabe que será su último film y para el que precisa la ayuda de un alumno aventajado como Wenders. Una película macabra e indigna de cerrar la trayectoria apasionada de un cineasta como Nicholas Ray.
Antonio Morales
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