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Voto de Antonio Morales:
10
Western Estado de Wyoming, a finales del siglo XIX. Shane, un hastiado pistolero, llega a la granja de los Starretts, un matrimonio con un hijo que, al igual que los demás campesinos del valle, se encuentra en graves dificultades, pues el poderoso ganadero Rufus Ryker pretende apoderarse de sus tierras. Cuando Ryker se entera de que Shane es un hábil pistolero, le propone que trabaje para él. Ante su negativa, contrata a Jack Wilson, un ... [+]
15 de mayo de 2013
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los primeros planos de “Raíces profundas” utilizan el impresionante paisaje para subordinar la figura humana a un orden natural. Procedente de no importa donde, el solitario Shane (un discreto Alan Ladd) llega a la granja de Joe Starrett (estupendo Van Heflin), enclavada en un valle que es escenario de la tensión entre las nuevas familias de granjeros y los antiguos propietarios de los terrenos, los Ryker, familia de ganaderos que quiere utilizar todos los terrenos como pasto para su ganado. Los ingredientes iniciales son los necesarios para que el artesano (en el mejor sentido de la palabra) George Stevens construya de manera eficiente un relato clásico, con todos los personajes y situaciones familiares del género.

El argumento se nos muestra a través de tres miradas diferentes. De ellas, la más importante es la del pequeño Joey (excepcional Brandon de Wilde), que ve en el desconocido la encarnación de los sueños en el mundo de la infancia, donde se busca dominar la naturaleza por medios expeditivos, legendarios, y no tanto a base de trabajo. La mente de un niño aún no está sometida por la lógica del esfuerzo y el sacrificio. Así la antítesis entre Joey y su padre, es obvia, pues mientras el adulto se las tiene con el patriarca ganadero, que intenta echarlo por cualquier medio de su parcela, el niño juega con un rifle de madera, pretendiendo cazar un ciervo. Uno busca echar raíces en su hogar, el otro sólo pretende vagar con la imaginación, sin límites.

La mirada del pequeño se congela en el idealizado forastero, mientras que el padre apenas le presta atención y la madre Marian (una convincente Jean Arthur), se asoma con timidez a la ventana, ocultándose acto seguido, quizá temerosa del desconocido. Finalmente la amabilidad del niño y la madre, seducirán al forastero para quedarse una temporada, intuyendo el peligro que acecha a los granjeros ante la opresión del cacique ganadero. En este contexto tiene una aparición lógica la violencia y Stevens enfatiza las consecuencias de la misma, con planos cortos y rápidos en las escenas de pelea, y dando una exagerada sonoridad y aparatosidad a los disparos. Este empleo del sonido, es tremendamente expresivo, como lo son la extraordinaria música de Victor Young y la fascinante fotografía de Loyal Griggs que aprovecha al máximo el enorme potencial de los paisajes, espectacular belleza en los encuadres, incorporando muchas escenas nocturnas, algunas de ellas rodadas con el efecto de “noche americana”.

En cierta ocasión Stevens comentó: “Creo que cada cosa que figura en una película repercute en el espectador, aunque este no sea consciente del impacto que le producen cosas pequeñas y secundarias. Este trabajo dirigido al subconsciente es de gran eficacia, más grande de lo que supone la mayoría de cinéfilos y cineastas”. Un detalle secundario es el vestuario de Shane y el del pistolero Wilson, que les diferencia del resto de habitantes del valle, clara muestra de que son ajenos a esa comunidad. Todo confluye para mostrar a Shane como una especie de ser idealizado, flotando por el valle sin que nada le afecte. Sólo parece poder amenazar esa condición, el pistolero Wilson, alto y delgado, con ropas negras, es la imagen antitética de Shane, quedando simbolizado así el enfrentamiento entre el bien y el mal.
Antonio Morales
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