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Voto de Antonio Morales:
6
Ciencia ficción. Romance Una visión futurista de Shangai que presenta una sociedad en la que los recuerdos pueden ser borrados y los peligros pueden predecirse. William (Tim Robbins), enviado a Shangai para investigar un fraude en la compañía de seguros Sphinx, tiene un virus que le permite leer la mente de los demás. Maria (Samantha Morton), que trabaja en Sphinx creando "papelles", documentos indispensables para que la gente pueda hacer cualquier cosa, es la ... [+]
23 de febrero de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gélido drama romántico que recupera el sentimiento de fatalidad de un amor dificil e insondable. Winterbotton viaja de género en género aplicando un estilo propio que surge, paradójicamente, de las múltiples e intercambiables naturalezas genéricas, en este caso la ciencia ficción de la avanzada tecnología futurista. Tras “Código 46”, hay una historia sobre el mundo que incumbe a la falta de identidad y de poder, a la gente incluida en un sistema pero que no pertenece a él. El argumento recrea a una sociedad gobernada por entes tecnológicos desde rascacielos de diseño futurista que exige a sus ciudadanos que cuenten con un seguro para poder habitarla. Por lo tanto el que no cuenta con ese seguro es expulsado al desierto. Se trata pues, de una película de género pero que no aplica los elementos y reglas esenciales del mismo.

Tiene una acentuada frialdad visual donde el concepto estético y moral queda establecido por las relaciones humanas, por determinados silencios de los personajes, y no en las complejas explicaciones sobre una inminente civilización mecanizada y controlada; la de un futuro próximo marcado por la genética, la clonación, la globalización en el peor sentido de la palabra, además de la usurpación de los recuerdos, tema clave para entender las emociones y la personalidad humanas. Todo ello lo apreciamos por los gestos de sumisión o de asombro ante la tecnología que les rodea; por la forma de diferenciar estados de ánimo a partir de la escenografía y un clima que recuerda vagamente a “Farenheit 451” o más recientemente “Gattaca” en su frialdad desprovista de tensión.

El film plantea la posibilidad de pader borrar los recuerdos de alguien amado. Es lo que le ocurre a la joven María (Samantha Morton), una de las muchas trabajadoras de una compañía de seguros en Shanghai. William (Tim Robbins) es un detective de la agencia Pinkerton que viaja hasta la metrópolis china para investigar en dicha compañía la falsificación de unos documentos de identidad, imprescindibles para poder moverse y viajar por unas ciudades férreamente controladas de un planeta en el que han sido abolidas las fronteras e incluso las diferencias idiomáticas de una mixtura plurilingue en un estado totalitario global. El planteamiento resulta altamente interesante, cosa muy diferente son los resultados de esta distopía.

Aparecerá el amor entre los personajes impregnado de un original romanticismo, sus inconvenientes por la rigidez del sistema, los peligros inherentes a la falta de libertad que incluyen virus, clonación y otros derivados de una genética amoral y castradora de sentimientos. Una película que adolece de ingravidez porque no termina en decantarse por algo concreto, aunque sí que apuesta porque el futuro está en el interior de los personajes. Winterbotton a través de sus diferentes films, siempre me pareció un cineasta irregular, aunque aquí realiza una obra interesante pero le falta más determinación, garra y pulso narrativo.
Antonio Morales
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