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Voto de Antonio Morales:
10
Cine negro. Intriga. Thriller En la ciudad de Los Angeles un agente de una compañía de seguros (Fred MacMurray) y una cliente (Bárbara Stanwyck) traman asesinar al marido de esta última para así cobrar un cuantioso y falso seguro de accidentes. Todo se complica cuando entra en acción Barton Keyes (Edward G. Robinson), investigador de la empresa de seguros. (FILMAFFINITY)
7 de febrero de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Publicada por entregas en la revista “Liberty Magazine” en 1936. “Double Indemnity” editada en nuestro país con el título de “Pacto de sangre” y estrenada la película con el título de “Perdición”. Inspirada en el Homicidio de Albert Shyder, ocurrido diez años antes en el Queens Village de Nueva York, con una póliza de seguros como señuelo. Su autor James M. Cain, volvía a reproducir el maléfico triangulo de “El cartero siempre llama dos veces”, utilizando de nuevo, otra pareja de adúlteros asesinos y un marido patán, aunque cambiando el mugriento paraje de un motel de carretera por una casa colonial de origen español ubicada en la baja California.

Nadie discute en la actualidad que la adaptación para el cine supera y mejora el original literario (incluso el propio Cain lo reconoció), gracias al magnífico guión de Billy Wilder y Raymond Chandler. Al parecer la relación entre ambos no fue nada buena más bien al contrario, pero gracias al productor (logró eludir la censura del Código Hays) Joseph Sistrom la cosa no pasó a mayores. La idea del “Flash-back” es de Wilder, así como el final (que no voy a contar) que difiere del original. Chandler se cuidó más de los diálogos, escuetos, ingeniosos y perversos, acompañados por la fascinante música de maestro Miklos Rósza. Alejado de la épica del cine de gangsters de los primeros años 30, “Perdición” marca un punto de inflexión de un género que empieza a impregnarse de personajes ambivalentes, influenciado por las féminas.

Wilder nos ofrece un ramillete de ingeniosas soluciones visuales con un trepidante ritmo, una fotografía expresionista y desasosegante, sentando las bases del cine negro, hasta entonces poco definidas. Una de las ideas visuales más acertadas es la de la cerilla, como símbolo de una amistad no proclamada. Pocas veces un elemento tan anodino ha sido capaz de revelar tanto en una película, una admiración mutua, una relación paterno-filial entre los dos personajes (excelentes, Robinson y MacMurray). Barbara Stanwyck hace un fantástico trabajo como mujer calculadora que no duda en utilizar el sexo para manipular a los hombres y conseguir sus propósitos, llegó a tener serias dudas de hacerlo, pues temía que su carrera se resintiera debido al morboso y pérfido papel. En resumen obra maestra del cine negro, y muy recomendable para amantes del cine.
Antonio Morales
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