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Voto de Antonio Morales:
8
Comedia Como miles de neoyorkinos, Richard Sherman (Tom Ewell) se ha quedado trabajando en agosto mientras su mujer e hijos disfrutan de unas gratas vacaciones en la playa. Siguiendo las recomendaciones de su esposa, está dispuesto a dejar de fumar, de beber, a acostarse pronto y sobre todo a no echar una cana al aire. Pero la tentación aparece cuando conoce a una despampanante vecina (Marilyn Monroe), tan sexy como ingenua. (FILMAFFINITY)
10 de julio de 2013
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay filmes que trascienden por lo que son y otros por lo que representan. Esta película de Billy Wilder pertenece al segundo grupo. Era evidente que los Estados Unidos era un país crónicamente reprimido a mediados de los años cincuenta, y para confirmarlo aquí tenemos una muestra del genial Wilder – no de las más grandes, aunque sí de las más populares de su filmografía - , que habla precisamente del espíritu sexual de una sociedad enfrentada a la hipocresía de su decencia victoriana. El sexo opera en la imaginación, el adulterio es un bien deseado pero prohibido, la vecina de arriba que siempre tiene calor es el pastel que todo hombre quiere en su nevera, pero el terror satanizador que inspira el sexo le paraliza en el momento de poner sus manos donde lascivamente ha puesto sus ojos.

Corría el año 1955 y la caja de Pandora se había abierto, las “vergüenzas” del comportamiento sexual norteamericano habían quedado expuestas y Marilyn Monroe, estrella mundial por entonces, era la sublimación carnal de esa conducta en torno al deseo. La película se convirtió automáticamente en un fenómeno social más que cinematográfico. Después de devorar Sunset Bulevard, la actriz se comía la “Gran manzana”. Y es que el éxito de esta película, basada en una obra menor de Axelrod, podía calibrarse por el tamaño del cartel de 16 metros de altura que se colgó en Times Square con la foto de Sam Shaw que convirtió a la actriz en icono, sujetándose las faldas blancas cuando se refresca sobre una reja de ventilación del metro.

Probablemente no existe imagen más simbólica de Hollywood que ésta, en el esplendor de su belleza, piernas perfectas y sonrisa dulce bajo cabellos rubio platino. En esa sesión de fotos en la avenida Lexington con la calle 58, es donde se gestó el divorcio del hiperceloso Joe DiMaggio, quien apagaría la sonrisa de su mujer aquella misma noche a base de golpes. Así que Marilyn debía lograr una interpretación sensualmente cómica (un papel sin nombre, “la chica”), Wilder fue el primero en hablar del “impacto carnal” de la actriz en la pantalla, ese magnetismo que anulaba cualquier presencia a su alrededor cuando había una cámara retratándola.

Por eso y a pesar de los esfuerzos de Tom Ewell (el vecino que está de “rodriguez” su familia está en la playa), sus muecas y artimañas, recurre al Concierto para piano nº 2 de Rachmaninoff, según él, es infalible para seducirlas. La película es el retrato más sincero y respetuoso de Marilyn, la vecina deseada de todo hombr casado, una muñeca demasiado lista para parecerlo, desconcertante a fuerza de ingenuidad, que inspira tanta compasión como deseo, alguien que guarda su ropa interior en la nevera para afrontar el caluroso verano.
Antonio Morales
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