Hay algo en este “Veracruz” de Robert Aldrich” que funciona muy bien, tantos años después, y es que la visión del film desprende el olor del western clásico, un sentimiento de nostalgia por una brillantez perdida: de planos elaborados y construcciones barrocas, los magníficos diálogos, secos, concisos; el fulgor de revólveres, armas blancas y cascos de soldados, la respiración de un paisaje que parece vibrar al compás del movimiento de los actores… “Veracruz” nació como western de mensaje, o al menos como western crítico, con pretensiones políticas, pero lo que perdura es la intensidad de las miradas, el protagonismo visual de los elementos secundarios, la fotografía de Ernest Laszlo y la inolvidable música de Hugo Friendhofer.

En “Veracruz” se encuentran ya los temas principales del autor (el idealismo, la violencia, la amistad), teñidos con un amargo toque de escepticismo e ironía. Presenta el intervencionismo mercenario en la revuelta popular, encabezada por Juárez, contra el emperador Maximiliano. Benjamin Trane (Gary Cooper) y Joe Erin (Burt Lancaster), son dos mercenarios atraídos por la revolución mexicana en busca de aventura y dinero, uno es un caballero del sur, ex oficial confederado, el otro un truhán, de sonrisa abierta y gatillo fácil. Un western centrado en el enfrentamiento de dos hombres que no tienen otra cosa en común que su interés por la riqueza y por motivos diferentes: uno piensa en reconstruir su plantación destruida por la guerra; el otro en su lucro personal.

En este relato itinerante en pos de un botín en monedas de oro que todo el mundo codicia, participan además de los dos mercenarios, una aventurera francesa sin demasiados escrúpulos, una campesina juarista (Sara Montiel, en su aventura americana) y un aristócrata mexicano al servicio del emperador, pero es la rivalidad entre Cooper y Lancaster lo que le otorga la tensión dramática con ciertos toques de humor. “Veracruz” inauguró la modalidad, corta pero de excelentes frutos, de las películas sobre mercenarios estadounidenses en la revolución mexicana, modalidad genérica que cuenta con notables obras como “Los profesionales” de Richard Brooks y “Grupo salvaje” de Sam Peckinpah.