Espléndido y vivificante relato de aventuras con aroma de western, que John Sturges llevó a la pantalla más tarde como “Los 7 magníficos”. Un “chambara” o cine de samuráis, de acerada belleza, que aúna acción y densidad psicológica, notoria fisicidad, grave energía y deslumbrante ejecución. Su puesta en escena geométrica y febril, diáfana y exultante, avala un gran espectáculo cinematográfico. En el Japón feudal de finales del siglo XVI, una pequeña aldea de campesinos desarrolla su vida en condiciones infrahumanas, explotada por los impuestos abusivos que les impone la nobleza. Además, una horda de bandidos asola el lugar cada vez que aquellos recogen una cosecha importante. Desesperados, deciden contratar a mercenarios para organizar la defensa de la aldea. Pese a su extrema pobreza, encuentran y convencen a siete samuráis, a los que sólo podrán ofrecer tres comidas al día como pago.

A medio camino entre la aventura y la reconstrucción histórica, el film de Kurosawa expone buena parte del “bushido”, ideal ético y filosófico que sustentaba los principios fundamentales del código del samurái. Se trata de un conjunto de normas morales transmitidas por la tradición oral a lo largo de los siglos. De acuerdo con su habitual rigor en todo lo que hace referencia a la estructura de sus películas, Kurosawa muestra en este film a unos guerreros altivos y orgullosos, que han hecho de la guerra, su profesión y razón de vivir dentro de la obediencia y la disciplina. Queridos y odiados, temidos y respetados, envidiados y deseados, los samuráis de Kurosawa muestran lo que debió significar el “bushido” en la época feudal.

Pero la sabiduría vital de Kurosawa es además, y muy especialmente, una búsqueda material, física, de la belleza. Utilizando como elemento dramático el torrencial aguacero bajo el cual pelean los 7 samuráis, obligándolos a combatir en un mar de lodo. El cineasta cede al fragor y el furor de una epopeya sangrienta, donde el director realza la feroz acción individual de sus héroes como único remedio contra la injusticia. Otro mérito indudable de estos guerreros es la virilidad, una vez metidos en la piel del samurái, todos ellos adoptan unos aires de apostura que provocan recelos en los campesinos, derivados de la posible reacción de sus mujeres, ante la llegada de los apuestos galanes. No obstante la conducta de los mercenarios es intachable moralmente, desvelando cualquier duda al respecto.

Ciertamente, conseguir transmitir este contenido historiográfico y filosófico por medio de un film de acción, de una belleza plástica asombrosa que se desarrolla sin ninguna tregua ni aburrimiento a lo largo de un extenso metraje, constituye un mérito que se halla al alcance de muy pocos cineastas. Yo he adquirido la película editada en DVD, en su versión completa de alrededor de 205 minutos, frente a los 160 minutos con que se conocía en España (de hecho, fue mutilada para su concurso en el festival de Venecia, donde se coronó con el León de Plata). Una película grandiosa y mítica.