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Voto de Antonio Morales:
7
Drama. Romance Para intentar detener a una peligrosa banda, un policía de París, Max, decide infiltrarse en ella. Así es como conoce a Lily (Rommy Schneider), una prostituta que es la novia del jefe. Pronto surgirá entre ellos una irresistible atracción. (FILMAFFINITY)
19 de diciembre de 2016
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imprevisible sentimiento, pocas veces controlado que suele romper esquemas, cálculos y planes perfectos. El atractivo del thriller, o “Polar francés” de Claude Sautet reside ya en su propuesta argumental y depende en buena parte de ella: un antiguo juez e inspector de polícia, Max (Michel Piccolí), que disfruta de una fortuna personal, idea un plan para detener a una pequeña banda de facinerosos de poca monta que se reúne en un cobertizo de las afueras de París y se dedican a robar cobre y chatarra. Max en su celo profesional, les incita indirectamente a robar un banco y que la policía los espere en el lugar del delito para apresarlos. Ante esta conducta, se puede leer entre lineas que se trata de una demostración de poder; de cómo un individuo poderoso (alto cargo policial y millonario) sibarita y caprichoso, juega con la vida y la libertad de unos desgraciados que se encuentran socialmente por debajo de él, y por tanto de sus privilegios, de una lucha desproporcionada entre el policía y unos pobres miserables chatarreros.

Max se lo plantea como una revancha personal, tras un fracaso profesional en un anterior atraco, despechado a causa de su vanidad herida por el engaño de un confidente, pero el factor decisivo en el film consiste en, servirse de la bella prostituta Lily (Romy Schneider), novia de uno de los chatarreros, Abel (Bernard Fresson) antiguo compañero militar de Max. El policía paga a Lily por verse a solas, por estar juntos sin acostarse ante la incredulidad de ella, pero con la intención de influirla en un posible atraco fácil a una sucursal bancaria, de la que finge ser director, pero que cambiará las circunstancias surgiendo una extraña relación entre ambos. Desde la antigüedad es sabido que muchos escultores han terminado enamorándose de sus estatuas. La construcción del film tiene una lógica matemática, cada personaje que va siendo introducido aporta una variación, un refuerzo temático que antes o después adquiere funcionalidad argumental con respecto al resultado, la aparición del comisario jefe, del inspector que conoce donde residen los chatarreros, el policía Rozinski y sus sospechas.

El film escapa a los clichés del género, en su primera colaboración con el escritor Claude Nerón, percha argumental de parte de su filmografía, Suatet expone los hechos con frialdad objetiva, con una mirada estilizada, carente de cualquier ramalazo lírico sin ceder en ninguna secuencia al apasionamiento, que podría resultar por otro lado comprensible, teniendo en cuenta que se trata de una venganza, en este sentido, el comportamiento de Max es frío y calculador, reconvertido en justiciero para obtener su fin. Vestido siempre elegante y de negro que al contrastar con su tez pálida le da un aspecto inhumano, puritano y perverso. La cámara del operador de Sautet recurre a una gama de colores gélidos grises y metalizados para las escenas de la comisaría frente al exultante color rojo del primer encuentro entre Max y Lily en la habitación del hotel. La relación entre ambos toma otro rumbo cuando Max alquila un apartamento para sus encuentros, destacando los seductores modelos que luce la prostituta de origen alemán. Recomendable cinta de cine negro francés, diferente del americano pero muy interesante por sus tema y estilo autóctonos.
Antonio Morales
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