ANOMALISA es rara. Y más raro aún me pareció ver al protagonista, un
personaje de animación, hacer el amor aplicando algunas técnicas
sugeridas por el Kama-Sutra, y no tanto por la desnudez, sino por
tratarse de un personaje de animación. Al margen de esto, ANOMALISA,
es la historia de un neurótico “motivador profesional” viviendo su
crisis de madurez bajo los estragos de la más completa y absoluta
soledad. La crítica ha celebrado como “profunda” éste experimento
fílmico a contracorriente de los relatos embellecidos propios del cine
de animación que han popularizado Disney y Pixar entre tantos otros.
ANOMALISA es al principio bucólica y parsimoniosa, un bostezo
pretencioso que empieza a enderezar su camino en la última media hora
de la película cuando su protagonista condena su salvación alrededor
del amor porque está él mismo incapacitado para entregarlo a otro en
una relación sostenida en el tiempo. Como le ocurre a la mayoría de
los insatisfechos vitales, que antes de asumir el fracaso, se invitan
a una aventura exploratoria y emancipadora sin previamente haber roto
radicalmente con la situación que les produce el malestar. Esa
cobardía social es el epicentro de ANOMALISA. Un trabajo alrededor de
personas comunes y marginales aplastadas por el peso del desencanto
urbano y las convenciones laborales y familiares. ANOMALISA es la
parábola de la derrota.