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Venezuela Venezuela · Maracaibo
Voto de bucefalo:
7
Ciencia ficción. Drama Durante una misión tripulada a Marte, el astronauta Mark Watney es dado por muerto tras una terrible tormenta y abandonado por la tripulación, que pone rumbo de vuelta a la Tierra. Pero Watney ha sobrevivido y se encuentra atrapado y solo en el hostil planeta rojo. Con suministros escasos, deberá recurrir a su ingenio y a su instinto de supervivencia para encontrar la manera de comunicar a la Tierra que sigue vivo. (FILMAFFINITY)
13 de octubre de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ridley Scott no es cualquier tonto. Es un director consagrado a través de películas como: ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO (1979), BLADE RUNNER (1982), THELMA Y LOUISE (1991), 1492, LA CONQUISTA DEL PARAISO (1992), GLADIATOR (2000), EL REINO DE LOS CIELOS (2005) y muchas otras más. Cito sólo éstas porque han sido muy populares y han dejado una profunda huella en la cultura globalizada en la cual estamos inmersos. Ridley Scott entiende que el cine es un espectáculo portentoso para impresionar a multitudes sin que ello implique ser prisionero del principio de la primacía de la realidad. A él le da lo mismo poner a pelear a un Emperador romano junto con un esclavo en la arena del monumental coliseo romano o hacer de la santa Jerusalén un baluarte inexpugnable hasta por el mismo Saladino, inesperadamente humanizado. Ridley Scott siente que su trabajo es como el de un ilusionista y para ello nunca se ha refrenado.

Luego de la fallida aunque preciosista: PROMETHEUS (2012) donde se exploró sobre los orígenes de la vida humana, pareciera de Ridley Scott quedó herido en su orgullo y ahora se resarce del daño haciendo ésta ampulosa THE MARTIAN (2015), que desde su mismo estreno ya encabeza la taquilla en los Estados Unidos, es decir, casi el mundo esférico en términos de espectadores y millones de dólares. En los portales cinematográficos los críticos, tanto los expertos como los espontáneos, no cesan en alabar sus virtudes. Y no hay duda que los tiene en términos de belleza visual, alarde tecnológico y con un argumento atractivo: el naufragio de un astronauta, dado por muerto, en las inmensidades soledades rojas del planeta Marte.

Aún así la película es un peligroso artilugio ideológico para ensalzar la grandeza de los Estados Unidos como única potencia y cultura valida y superior del orbe al día de hoy. Y es que esto les encanta a los estadounidenses: el insuflarse dosis de confianza sobre su destino manifiesto, su patriotismo superior y una ética social pública que subyuga hasta la misma privada. Y después, restregar en la cara del mundo que no hay nación ni pueblo que se les iguale. A los pobres chinos les dan un papel de reparto muy secundario, en eso de ir a por la conquista del espacio sideral, para remarcar apabullantemente su dominio tecnológico.

Libres de los malos rojos comunistas de la Guerra Fría, aplacado el síndrome de la derrota en Vietnam luego del paseo triunfal en las guerras del Golfo Pérsico y ajusticiado el terrorista Bin Laden causante de la más terrible humillación nacional, hay que reafirmar al día de hoy que los retos por obtener la primacía mundial están en el espacio. Y Ridley Scott se ha dado a ésta tarea como buen patriota y buen vendedor de ilusiones que es asegurando un efectivo como redondo éxito.

El instrumento de éstas ideas superiores presentadas en envoltorio de lujo, y hasta con humor, algo inaudito en una película cuyo epicentro es la tragedia, y hasta el horror mismo, es el actor Matt Damon. Damon se transfigura en MacGyver (Richard Dean Anderson) y al igual que la exitosa serie del año 1985 es capaz de escapar del más inverosímil aprieto. Obviamente, aquí no utiliza una navaja suiza multiusos como MacGyver, sino los portentos de la ciencia más avanzada a su servicio. Que no hay alimentos para sobrevivir, pues organiza un vivero casi de la nada, además, convenientemente su profesión es la del botánico; que la energía escasea pues se desentierra una pila de plutonio que al más desprevenido hubiese matado de un plumazo; que no hay agua pues la hace reinventando la química orgánica; que no hay vías de escape ante una muerte inevitable, pues consigue hacerlo de manera heroica y que le vengan a rescatar sus compañeros sin apenas inmutarse. Todos los accidentes de éste astronauta/naufrago son cinematográficos, es decir, nadie humanamente pudo haberlos sobrevividos, aunque no son tan exagerados como los que vivió Sandra Bullock en la muy fantasiosa: GRAVITY (2013) del mejicano Alfonso Cuarón, que por cierto, THE MARTIAN se la come viva de acuerdo a nuestro criterio.

Finalmente, THE MARTIAN, es una película en dos planos paralelos. Por un lado las peripecias de un Damon optimista en unas circunstancias catastróficas confiando en el Dios tecnológico para lograr su salvación. Y por el otro, todas las maquinaciones, bien intencionadas y nobles, algo poco creíble, de los directivos de la NASA en salvar el honor nacional a través del rescate imposible del astronauta extraviado en Marte. El argumento de Steven Speilberg en SALVAR AL SOLDADO RYAN (1998) retomado y con sus variaciones aunque en el contexto del espacio. Ningún estadounidense puede ser abandonado a un sacrificio inútil porque la identidad nacional les hace ser especiales y únicos en la honra y exaltación del grupo. La prosapia de un patriotismo superior y que tiene bases materiales formidables para ejercerse.

No quiero dejar de mencionar los embrollos territoriales de lo que implica una colonización que en la película se mencionan como una inocentada. Los productores de la película dejan entrever que el que llega primero es el que gana los territorios vírgenes de la Luna, de Marte o cualquier otro planeta. Y como es obvio son los Estados Unidos y su alarde tecnológico en el campo espacial a los que les conviene vender esa idea.

THE MARTIAN se disfruta pero es más negocio que arte, pero sobretodo, ideología del poder imperial y avasallante que representa el águila calva en estos años del siglo XXI. Para no variar.
bucefalo
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