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Venezuela Venezuela · Maracaibo
Voto de bucefalo:
8
Cine negro. Drama Nueva York, año 1934. Christopher Cross es un simple cajero, infelizmente casado, cuya única pasión es la pintura. Una noche conoce a Kitty March, una atractiva buscavidas de la que se enamora y le hace creer que es un pintor de éxito. La chica y su novio Johnny, un tipo sin escrúpulos, aprovechan la ocasión para intentar explotar al pobre hombre, pues creen que sus cuadros valen mucho dinero.
(FILMAFFINITY)
28 de marzo de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Doble Infierno: estar sólo y mal casado con alguien que te odia y que a la vez tú odias con mayor fiereza; y dos, estar enamorado, y no ser correspondido, con el agravante, que te vuelves ciego dentro de un auto engaño suicida, ya que tú vulnerabilidad le sirve a los vividores de oficio a convertirte en una presa fácil para sacarte dinero. Esta embrollada situación, inspirada mil veces, en la cotidianidad humana, le sirve al gran Fritz Lang, para el lucimiento de un ya otoñal Edward G. Robinson y una curvilínea Joan Bennett. La película es del año 1945 y desde ese entonces ya se sabía contar buenas historias, tanto para entretener como escandalizar, que en última instancia es prácticamente lo mismo. Cine negro junto al drama, y con erotismo de soslayo que en su momento debió de ruborizar a más de uno. Y es que la guapa e insípida Joan Bennett, se la pasa en la película con poses provocativas que deja sin aliento a cualquier espectador. A remarcar su rol de mujer fatal, en éste caso tanto hermosa como tonta, y su extraña pasión por un consorte maltratador. Al pobre de Cross (Edward G. Robinson), se le va la vida dentro de un anonimato esterilizante del cual solo logra sobreponerse en su pasatiempo como pintor, sin llegar nunca a sospechar su preclaro talento. Al final, todo se decanta en tragedia y drama. Pasiones desbordadas desde el engaño y la mentira, desde el amor sin compromiso, y sobre todo, por la maldad. La maldad como ausencia del bien, la maldad como conducta pervertida y transgresora de códigos de conducta asumidos como correctos por la mayoría. Joan Bennett, simboliza a través de su personaje todo esa “perversidad” con glamour que entronca con una vieja tradición machista que ha representado en la mujer la causa de fondo de la caída humana luego de la expulsión del Paraíso. Todavía en 1945, la mujer era vista como causa de fatalidad entre los hombres, seres hermosos aunque perversos capaces de todo con tal de lograr sus fines y objetivos, sólo que aquí Fritz Lang le otorga algunos matices a ésta vampiresa morena un tanto insegura y escaza de cultura. La belleza sin fondo que aplasta la ingenuidad de un hombre que vive la existencia al borde de la desesperación y sin alicientes de mayor peso. Sin llegar a ser una obra maestra es una muy buena película que hace radiografía sobre el drama de la convivencia sobre supuestos viles, destructivos.
bucefalo
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