Es raro encontrar dentro del firmamento cinematográfico actual una película acerca de contagios, epidemias y desastres realizados con un criterio serio y distante del escándalo usual en éste tipo de producciones. Más raro aún encontrar a un grupo de actores solventes y reconocidos formando parte de su elenco.
Steven Soderbergh logra hilar una historia de terror sin acudir a los efectos especiales y señalando un escenario futurista no exento del riesgo que una epidemia pudiera producir. Una epidemia mundial que tiene sus precedentes históricos en la llamada peste negra en la Europa del siglo XIV y que se llevó a la tumba a 25 millones de personas. O el caso de la llegada de los europeos a la América en el siglo XVI trayendo unos virus como la viruela cuya mortandad fue mayor que las mismas armas de fuego.
Hoy sabemos que en los laboratorios de guerra la producción de virus y bacterias es una espeluznante realidad en el caso de una conflagración mundial a una escala nunca vista. La película no trata abiertamente esta cuestión, aunque lo deja entrever, sino que más bien se decanta por presentarnos la propagación de un nuevo virus de origen animal que hace estragos en el sistema inmunológico de los humanos. Otro asunto no menos tenebroso tiene que ver con el descubrimiento de las vacunas anti virus y su aprovechamiento por parte de los gobiernos, la industria farmacéutica y los oportunistas de oficio que siempre encuentran los medios para enriquecerse siendo indiferentes al sufrimiento colectivo. O el caso bastante usual que ocurre entre el grupo de los privilegiados cercanos al poder y la riqueza cuyas oportunidades de sobrevivencia siempre están muy por encima de la mayoría de los comunes en éste tipo de crisis, lo cuál pone en entredicho algunos afanes pro democráticos a los que la sociedad contemporánea a rendido un especial culto.
Definitivamente es la sobriedad y la contención el principal mérito de ésta película de terror cuya actualidad no hay duda que no pueda dejar indiferente al que la vea. Además, ante el excesivo sobre poblamiento del mundo, que quita, que ésta sea, “la gran epidemia global”, uno de los caminos para volver a recuperar el equilibrio demográfico y ecológico que hoy día luce desquiciado y cuyas consecuencias son de pronostico reservado.