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España España · Pontevedra
Voto de The Quiet Man:
10
Comedia. Romance Sean Thornton (John Wayne), un boxeador norteamericano, regresa a su Irlanda natal para recuperar su granja y olvidar su pasado. Nada más llegar se enamora de Mary Kate Danaher (Maureen O'Hara), una chica muy temperamental, aunque para conseguirla deberá luchar contra las costumbres locales, como el pago de la dote, y, además, contra la oposición del hermano de su prometida (Victor McLaglen). (FILMAFFINITY)
20 de octubre de 2011
38 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos libros con los que siempre estaré en deuda: “Eugenia Grandet” de Honoré de Balzac y “La hojarasca” de García Márquez; me atraparon, me sacudieron y, hasta leerlos de un tirón, no pude soltarlos; con ellos descubrí que leer era algo más que evadirse, era algo serio, algo intangible que llenaba, que transformaba: la literatura con mayúsculas. Con “EL HOMBRE TRANQUILO”, ocurrió lo mismo. La vi por casualidad, casi sin pestañear, y descubrí una nueva forma de sentir el cine. Lo inexplicable es que John Wayne no era, ni de lejos, uno de mis actores favoritos; el director, por aquel entonces, me era indiferente; incluso el género de la comedia romántica me producía cierto rechazo, pero, por encima de cualquier obstáculo, la película se grabó en mi memoria. Cuando años más tarde vi el documental “INNISFREE” de Guerín, fui consciente de la trascendencia de la película, de que mi particular idilio era un hecho compartido.

Lo que es indudable es que la película es muy intuitiva, traspasa lo racional, se asienta en lo sensorial y funciona emocionalmente. Ford logra articular una historia coral que fluye con facilidad pasmosa, una cadencia rítmica rara vez vista en el cine, una armonía casi de fantasía que parece invertir la interpretación, más que actores dando vida a unos personajes, parecen poseídos por el espíritu de una comunidad intemporal e irreal, como si Ford hubiese logrado el milagro de captar, más que la Irlanda de sus antepasados, la Irlanda idealizada: un compendio de los tópicos añorados, de tradiciones seculares, de tabernas con canciones, whisky y peleas, de orgullo y tozudez. A todo ese encanto contribuye el paisaje del condado de Galway (lugar natal del padre de Ford), llanuras y praderas barridas por el viento, magníficamente fotografiado.

Pasados los años, muchas de las películas que nos dejan huella, mejoran, otras, las menos, se resienten; “EL HOMBRE TRANQUILO”, se mantiene inmutable, pétrea, un tótem melancólico que nos devuelve siempre la vieja sensación del primer visionado.

Es innegable que el argumento se asienta sobre la base de una sociedad patriarcal, hoy abiertamente cuestionada. En las contradicciones que encierra reside parte del misterio de la película, y curiosamente la engrandece. A modo de excusa, un tanto banal, diré que también las pirámides de Egipto se hicieron para la mayor gloria de un solo hombre, sobre la sangre de miles… y aún así me resultan… “¡Homéricas!”
The Quiet Man
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