Estoy en 1836 (no me preguntéis si merced a una máquina del tiempo o de una puerta, como en esa magnífica serie de Televisión Española). Pero el caso es que, sin saber tampoco por qué, un servidor de ustedes y doscientos amigos más, entre los que se encuentra un tal James Bowie, cuya salud es inversamente proporcional al tamaño de su cuchillo, así como un tal Travis, sin olvidarme del archiconocido Davy Crockett, nos encontramos encerrados en una vieja misión española. Fuera hay unos mil quinientos mejicanos que, a tenor de la serenata que nos han interpretado, una marcha que aprendieron de los españoles y estos de los moros, no parecen muy contentos con nosotros.
El resto de la historia, lo que pasó con mis amigos y yo, supongo que ya lo conoceréis por un sinfín de series, películas y documentales de televisión. Y también creo que sabréis lo mucho que nos costó defendernos con esas viejas pistolas de avancarga que tardaban una eternidad y media en poder cargarse.
Pues bien, teniendo en cuenta todo lo que os he contado, ¿me podríais explicar por qué un fulano que estaba con nosotros después de abandonarnos se marcha a su pueblo y se lía a tiros con los malos de turno con un revólver? O dicho de otro modo: ¿os parecería lógico enfrentaros a mil quinientos mejicanos con una pistola de un solo tiro habiendo revólveres con capacidad para cinco?
Si os parece lógico, espero que hayáis disfrutado con este western de buenos y malos con chica guapa incluida. Pero por lo que a mí respecta, lo siento mucho pero ya tengo bastante con legiones de romanos que cabalgan con estribos en plena época republicana e incluso imperial como para añadir más anacronismos a mis atribuladas células grises.