CRAZY empieza como un ejercicio de nostalgia al estilo "Cuéntame", con una familia en el Quebec en la que uno de los hijos descubre que es diferente ante las continuas decepciones de su padre. Los actores son estupendos, la ambientación perfecta y la música insuperable. Sólo molestan un tanto las ensoñaciones del protagonista ilustradas por el director por medio de artificios visuales bastante prescindibles. El guión acierta en las escenas familiares cotidianas y en el retrato del joven rebelde protagonista. Pero a medida que el filme avanza hacia berenjenales místicos (el viaje a Jerusalén) hacia lo ideológicamente ambiguo (pues Vallée parece insinuar que hace bien el protagonista en reprimir su homosexualidad por hacer feliz a su padre) y hacia un desenlace excesivamente llorón y blando, va perdiendo la fuerza que albergaba en el inicio.