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España España · Miranda de Ebro
Voto de la28:
10
Drama Cronica de la vida de dos mujeres. Adela (Sonia Almarcha) es una madre soltera que se traslada con su niño desde un pequeño pueblo a Madrid. Allí encuentra trabajo y entabla nuevas amistades, pero, de repente, sucede algo perturbador. Antonia (Petra Martínez) es la proprietaria de un pequeño supermercado de barrio, cuya sosegada vida se ve alterada por los problemas de sus hijas. (FILMAFFINITY)
30 de abril de 2008
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de La soledad, Jaime Rosales, no soporta el contacto físico. Notar el roce de alguien en su piel le produce asco. Paradójicamente, el espectador de esta película saldrá de la sala con la piel de la emoción desgarrada.
Para este cineasta “el cine tiene que ser herramienta de conciencia y de conocimiento” y, para ello, apuesta por un estilo radical, sin ninguna concesión a lo fácil o lo vistoso. Él, que no vive de hacer cine -trabaja en el sector inmobiliario-, dice de sí mismo: “soy un señor que tiene su trabajo serio, que se ocupa de su familia y se integra en la sociedad sin resaltar”. Sin embargo, en su actividad fílmica utiliza un lenguaje arriesgado e innovador, sin efectismos huecos. Precisamente con su gramática visual la sinceridad del relato se vuelve más potente.
En La soledad, Adela, una joven separada con un hijo, y Antonia, una mujer con tres hijas ya adultas e independizadas, son las protagonistas. No se conocen, sus vidas tienen solamente un fino hilo común. Asistimos al discurrir cotidiano de sus existencias que son como las nuestras o las de alguien que podamos conocer. Tienen su familia, sus amigos, su trabajo. Las vemos planchando, a la hora de comer. Escuchamos conversaciones llenas de frases que todos hemos oído o pronunciado. Pero Rosales nos hace ver en todo esto algo más y de otra manera. La pantalla se divide en varias ocasiones en dos imágenes, lo que da una perspectiva emocional diferente según veamos al personaje de frente o de perfil. La cámara no se mueve jamás. Son los sujetos quienes entran o salen de plano. La música, inexistente.
Mientras la vida sigue avanzando en la película, la amenaza de la muerte se presenta. ¿Cómo reaccionar ante su inminencia o su irrupción violenta? Esa es la soledad a la que, yo creo, se refiere el título. Cuando la muerte o su posibilidad se abaten sobre un ser querido, enfrentarse a esa nueva circunstancia es conocer también una nueva soledad. Pero el resto de los acontecimientos vitales sigue su curso: hay que seguir trabajando; seguir alimentándose; el precio de los pisos continúa subiendo y en el cesto de plancha la ropa se acumula.
Aunque la morosidad imprime toda esta aparente rutina, Adela, Antonia, sus familias y amigos son tan cercanos, tan reconocibles que les seguimos, sin parpadear, en cada movimiento, en cada lugar común que habita en los diálogos. Aprendemos a quererles incluso cuando no estamos de acuerdo con sus actitudes. Pero es que son como la gente que conocemos, con su virtudes y sus mezquindades. Es como si viéramos a nuestros vecinos en una película y a través de ellos tomáramos conciencia y descubriéramos aspectos de nuestra propia vida. Soy la primera sorprendida de que una narración tan austera atrape y emocione de tal manera. Me pregunto: ¿será una obra maestra?
la28
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