Los paisajes que aparecen de Guinea y en menor medida del Pirineo son espectaculares.
Las interpretaciones de los personajes no llegan a sobresalir.
Lo mejor es que la película consigue transmitir las sensaciones que se viven en cada una de las partes en las que se desarrolla, la primera cuando Guinea es una colonia española y como se llevaba una explotación agrícola, la superioridad de los patronos y el ambiente sumiso de los nativos, y la segunda cuando se produce la revuelta y la tensión que se genera cuando se produce la independencia del país.
La historia que cuenta está bien trazada y tiene un buen resultado.
Pero esta es otra película más sobre el tema de lo malo que eran los colonos españoles allí donde fueran por regla general, salvo honrosas escepciones, y lo bueno que eran los nativos y lo oprimidos que estaban. Todo lo contrario que ocurre en el cine norteamericano donde el nativo norteamericano siempre era malo, salvo otras honrosas especiones y lo bueno que eran los hombres blancos. Unos tratan de contar lo malos que han sido la gente de su país, y otros tratan de contar lo bueno que han sido la gente de su país. Reprochable o loable ambas según el espectador, pero inverosímiles o creibles a partes iguales.