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Voto de Rex Mager:
8
Ciencia ficción. Drama. Thriller El astronauta Roy McBride (Brad Pitt) viaja a los límites exteriores del sistema solar para encontrar a su padre perdido y desentrañar un misterio que amenaza la supervivencia de nuestro planeta. Su viaje desvelará secretos que desafían la naturaleza de la existencia humana y nuestro lugar en el cosmos.
13 de octubre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género “espacial” ha tenido, en los últimos años, a “Gravity” e “Interstellar” como referencias principales (ambas nutridas bajo el largo brazo de Kubrick) para establecer drama y dosis de realismo tecnológico serio, sin apelar a las consabidas fórmulas palomiteras de “Star Wars” y sus insufribles variantes mainstream.

Si el film de Cuarón buscaba plantear una poesía visual alrededor de la órbita terrestre, Nolan nos lleva más allá del sistema solar, nos adentra un par de veces por “agujeros de gusano” y exploramos otros mundos para abandonar nuestro arruinado planeta, al borde de la extinción.

Similar a esa premisa, Ad Astra (frase en latín que precisamente apunta a las estrellas) parte de una situación crítica que pone en jaque a la humanidad entera y también se apoya en el drama familiar. Sin embargo, a diferencia de “Interstellar”, ya no se establece la dinámica “padre-hija”, sino “padre-hijo”.

Así, no encontramos figuras juveniles como Murphy o robots con inteligencia artificial, sino al mismísimo Brad Pitt, quien hace poco daba palizas (a diestra y siniestra) y conducía plácidamente por las calles californianas en los sesentas, bajo la dirección de Tarantino.

Liv Tyler (“Armageddon”) es casi una figura fantasmal que recorre la mente y los recuerdos de Roy McBride, un astronauta torturado por su pasado familiar: la “carga” que hace eco en todo el film se debe a la filosofía competitiva in extremis de su padre, interpretado por un sorprendente Tommy Lee Jones. Junto con Donald Sutherland (quienes hicieron tándem en la entrañable “Space Cowboys”) forman parte de un antiguo programa espacial, a la búsqueda de vida extraterrestre que se truncó en la órbita de Neptuno.

El casi desconocido director James Gray (que hace honor a su apellido por su gris, aunque apreciable filmografía) ofrece una historia que bebe de muchas fuentes: la ardua tarea de “search & destroy” a un agente aparentemente enloquecido, escondido en un lugar lejano, rememora a “Apocalypse Now”; los planos que rodean las naves y estaciones espaciales, así como las dinámicas con los impulsos en la gravedad cero, son muy similares a las que vemos en “Gravity” (sobre todo la escena, que roza con la fantasía, en la que Brad Pitt atraviesa los anillos neptunianos aferrado a un pedazo de latón, al estilo del “Náufrago”); de “Interstellar”, los austeros y planos interiores de las cabinas, así como los oscuros y lastimeros videos testimoniales que observan los personajes: los encuadres de Tommy Lee Jones resultan sobrecogedores y subrayan su nueva apuesta por papeles más dramáticos.

Cabe destacar también los guiños a “2001 Space Odyssey”: desde el primer plano con el rostro cuasi angelical de Roy mirando la Tierra; la apariencia lunar de la Tycho Base y las formas cilíndricas de las naves. Quizá también ciertas secuencias contemplativas, especialmente cuando Roy aprecia la redentora luz solar desde Neptuno (quien escribe cree ver el monolito otra vez).

En todo caso, Gray ofrece nuevas formas y escenas impactantes, como la caída libre inicial de Roy desde la estratósfera (no se recuerda una secuencia así de extensa), transmitiendo la desesperación estoica del protagonista principal, aunque sin llegar a los lindes del Armstrong de Ryan Gosling. Se disfruta el juego colorimétrico de los tonos grises y plateados de la luna con lo rojizo decadente de Marte. En un ejercicio de inocente exageración, la podredumbre y escasez de dichos escenarios remiten a “Total Recall”.

Brad Pitt pone a prueba sus dotes de conductor en plena superficie lunar (acabando con unos forajidos que atacan su caravana) y de avezado piloto al aterrizar con éxito en Marte. Esto puede sonar a un concierto gratuito de acción, pero logra reflejar las miserias de la humanidad y los alcances “terrenales” de la tecnología: no se logra la “terraformación” completa ni en la Luna ni en Marte: solo colonias pequeñas, cuasi amuralladas, que tienen que enfrentar a “piratas” y acostumbrarse a convivir en zonas en conflicto y en disputa, como si fuera el Viejo Oeste.

La vena dramática lo pone el monólogo interior de Brad Pitt: desde el inicio hasta el final, la conciencia de Roy recorre la acción, cuestiona las reacciones de los personajes secundarios, juzga y evalúa las consecuencias de las decisiones. Si bien se utiliza en demasía este recurso, el ritmo sosegado de la película ayuda en su integración con las escenas y no se vuelve innecesario o tedioso.

Así, Ad Astra es una buena excusa para regresar a las salas de cine y ver una atractiva epopeya espacial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rex Mager
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