El problema de las gallinas de huevos de oro es que suelen morir por deshidratación. Es lo que le pasa a esta segunda parte. Nuevamente la trama de la película enreda una y otra vez al espectador con contínuos giros inesperados que terminan por hacer que uno termine perdiéndose, mareándose o las dos cosas. Si el casino ya estaba muy visto, ahora añaden exteriores y competidores. Para, al final, que todo vuelva a ser previsible. Como los capítulos de McGiver. Nada reseñable además de que George Clooney vuelve a chupar cámara a cholón. Esta entretiene menos que la primera.