Esta es, sin duda, la mejor película rodada en la década de los años ochenta. Un cuento perverso y oscuro hacia los abismos del ser humano, terrorífico y fascinante la mismo tiempo. Bajo mi punto de vista, es impresionante lo bien que refleja el contraste entre la superficialidad de lo cotidiano (la normalidad que vemos día a día: el saludo a los vecinos, el jardinero regando, el camión de la basura que pasa por la calle, etc.) y los bajos fondos de los instintos ocultos que atormentan a todo ser humano. Es la eterna confrontación entre el Bien y el Mal, pero con inquietantes tonos de grises. Es una película muy valiente y extremadamente compleja, con una infinidad de capas, por lo que se disfruta igualmente con cada visionado, ya que descubres detalles nuevos a cada paso. Es un film muy incómodo (en el buen sentido), estimulante y que probablemente sería imposible rodar hoy dadas las mentalidades mediocres y la censura soterrada que impera en las mentes homogéneas contemporáneas (a David Lynch lo crucificarían en las redes sociales, por ejemplo...). Los actores y actrices están impresionantes, sobre todo Isabella Rossellini, en el mejor papel de su carrera, y un inolvidable Dennis Hopper (da mucho miedo su personaje). También aparecen los habituales de Lynch: Jack Nance, Laura Dern y Kyle MacLachlan. Y qué decir de la bellísima música del amigo de Lynch, Angelo Badalamenti: una maravilla. En definitiva, otra gran obra maestra del gran David Lynch, no apta para todos los públicos, eso sí (y ellos que se lo pierden...). Extraordinaria en todos los aspectos.