Es inobjetable que la saga entra en decadencia con esta continuación y que terminaría con una tercera entrega paupérrima.
Ya la historia en sí no tiene el atractivo necesario como para motivar desde su propuesta ficticia, las variantes son más burdas y aparatosas pero de menor calidad narrativa e ideológica.
Por allí hay algún atisbo donde se trabaja de fondo la idea de lo que diferencia a un humano de una máquina y una ocurrente exposición crítica hacia el flagelo de la droga; pero la cinta se entrega a la acción sin tanto fundamentos, a la violencia sin tanto sentido y a los efectos especiales sin prestar atención a la sobriedad de las circunstancias.
Claro que la cinta es entretenida, pero no posee la fuerza ni la convicción ideológica que supo darle Paul Verhoeven a la primera parte.
En fin, una secuela con mucha fanfarronería pirotécnica e impactante despliegue visual en su desenlace, pero que lamentablemente no mantiene todo ese trasfondo psicológico y de crítica al sistema en los conceptos de fondo.