No hay que buscarle muchos objeciones a esta saga, y menos cuando ya van por la cuarta entrega. Algo ha de tener para que siga resultando al menos divertido el reírse de películas de terror, y cuanto más absurda sea la circunstancia, quizá más efectiva sea para nosotros, los espectadores que nos ilusionamos con pasar un rato ameno y distendido con una mezcla de tramas que resultan de lo más disparatadas posibles al tratar de encontrarle un punto en común.
Pues los guionistas Craig Mazin y Jim Abrahams pudieron armar un argumento alocado de películas muy disímiles, que navega en el absurdo más estrambótico y estrafalario. Y allí está la esencia de filmes de esta características, que si se lo proponen tendremos tantos como se les plazca, lo único que difiere es la originalidad y la ocurrencia en saber orquestar situaciones graciosas al conectar entre sí las historias de varias películas de terror.
Ya no existe la novedad de reírnos de lo que en otra circunstancia produjo miedo como sí ocurriera en la primera entrega, ahora hay que saber irradiar originalidad y ocurrencia, elementos que en este filme en particular tiene sus limitaciones. No me han cerrado del todo la formas de plantear ciertas alternativas que buscan de cualquier forma resultar irrisibles, si bien en ningún momento se puede hacer un análisis lógico de algo que es tan irreal y rebuscado como este tipo de propuestas, pero creo que se le podría haber armado un guión un tanto más inteligente y no tan traído de los pelos como me pareció.
No nos rasguemos las vestiduras ante este tipo de productos porque el que asiste a verla sabe lo que se va a encontrar, el tenor versará en lo ridículo, ahora bien sí le podemos achacar la forma de llevarla a cabo, y como dije anteriormente, este filme es muy discreto desde las variantes que se proponen, sin por ello dejar de ser efectivo en la gran mayoría de sus gags.