Pocas referencias en el género de terror tenía John McNaughton, no obstante logra consolidar un filme pasable dentro del complejo formato de 55 minutos de metraje.
El filme gana enteros por abordar temas tales como la nigromancia, la polémica necrofilia y la vida después de la muerte. Todos ellos son ingredientes más que atrayentes para una cinta de horror donde también están muy cuidados los aspectos estéticos y visuales.
Si tendría que explicar por qué esta opción es potable, primero recurriría a fundamentarlo desde el punto de vista de que la narración es sugerente en su temática, todo el espectro de ultratumba que se despliega y la morbosidad de jugar a ser Dios dando vida como en la famosa “Frankenstein” ya le hace ganar en intensidad al relato. El mismo está cuidado, no cae en situaciones irrisorias e inclusive hay pasajes en que verdaderamente los climas de suspense y tensión se apoderan de la narración. Todo ello ayudado por una ambientación gótica magnífica, donde los escenarios boscosos y la densa niebla, junto con el cementerio perdido en el medio del campo salvaje constituyen ingredientes saludables para lograr sobresaltos y ganar la atención del público.
Le doy un 5 alto a este episodio, el cual siempre se mira con beneplácito porque no aburre nunca, no cae tanto en los sustos fáciles y tiene un entramado bastante sólido como para desplegar un argumento digno para una alternativa de horror con temática sobrenatural.