Una cinta efectiva y entretenida, pero no me parece una obra maestra descollante, sino una oferta interesante donde se insinúa más de lo que se muestra.

Se nota que es un filme bastante orquestado desde su estructura narrativa donde se aleja suficientemente de esa serie B tan naif característica de las décadas pasadas, para acercarse más a un thriller de perturbación psicológica donde se pergeña una venganza muy mal intencionada.
Y ese aire a revancha y trastorno es el principal atractivo que le encuentro al filme, porque se nota la gran cantidad de sadismo que hay en las situaciones que entretejen un lóbrego plan.

Además está bien armada desde su estética, desde su envolvente ambientación y desde la técnica del 3D novedosa para esa época. También desde el clima macabro que se respira de fondo en sus situaciones, desde el maquillaje, desde su mala leche que se desprende de las sádicas intenciones del Prof. Henry Jarrod (encarnado por Price).

Pero también es un filme que no logra concertar grandes ratos de horror sanguinario ni truculento, sino que más bien intenta basar su propuesta en sugerencias y en dejar tácita en el ambiente la crueldad de un hombre que quiere vengarse de una manera morbosa.

Además hay ratos (por suerte los menos) donde el filme se torna vulgar y tenemos simples peleas a golpes de puños como alternativas un tanto irrisorias para una película que quiere basar sus méritos más en la sugerencia que en la exhibición gratuita de violencia y sangre. Por ello, en esos pasajes la cinta pierde en efectividad.

Por último, destaco obviamente la interpretación de Vincent Price como lo más sobresaliente en el elenco, con una composición que exuda un carisma enigmático y falso, donde detrás de una sonrisa se puede esconder una intención odiosa repleta de perversidad.

Un clásico de terror, una de las versiones que hay sobre el museo de cera que esconde solapados secretos detrás de las apariencias.