Interesante terror-ficción de fines de la década del cincuenta, donde la temática funde los experimentos científicos fracasados y las convencionales propuestas de horror propias de las aberraciones con animales que surgen de los mismos. De fondo no quedan dudas que estamos en presencia de una cinta que nos deja en claro que el jugar a ser Dios por parte del hombre trae en determinados casos terribles consecuencias, la búsqueda de la verdad con los avances científicos no siempre deriva en consecuencias gratas para la humanidad y en ello se basa este filme para desarrollar una historia atrapante, que despliega una sombría historia de mutación y degeneración celular. Un invento que puede desintegrar la materia y transportarla a velocidad de la luz hacia otro espacio y reintegrarla a su estado original es el eje del argumento. Obviamente que las alternativas desembocan en una propuesta de terror porque no siempre los resultados son los esperables.
Las interpretaciones encuentran a un dúo protagónico de renombre, donde Vincent Price y Patricia Owens realizan el trabajo más destacable desde las actuaciones acompañados en menor medida por las apariciones de David Hedison y Herbert Marshall.
No hay dudas que estamos en presencia de una cinta bastante elaborada desde su concepción y que a grandes rasgos resulta agradable y llevadera de ver, aunque claro que vista hoy día tiene algunos dejos de ingenuidad característicos de producciones de esa época, un disfraz para dar vida a lo sobrenatural y bastante juegos de luces y trucajes como efectos especiales.