Es una convencional cinta de terror con jóvenes bronceados, con curvas ellas y músculos ellos, donde los principales atractivos resultan ser los diminutos vestuarios y los escenarios selváticos-acuáticos (de San Pablo y Río de Janeiro) que sirven de escenografía para decorar la sensualidad en la primera parte y algo del horror survival en la segunda.

No hay nada nuevo que se pueda descubrir en una película de estas características. Empezamos con situaciones distendidas donde hay farra y parranda (playas, sexo, alcohol) para luego dejar surgir la trillada lucha por la supervivencia donde no aparece ningún ingrediente novedoso.
De esta manera emergen los formulismos ya mil veces usufructuados en otras obras, donde están expuestos de manera muy tópica como para al menos sorprender en algo.

La cinta tiene pasajes donde aparece la truculencia, pero son pocos comparados con los que dan rienda suelta a la juerga juvenil y al inevitable roce sensual que exudan los esbeltas y agraciadas anatomías de los protagonistas.

El filme quiere darle algo de sentido al horror de fondo y a la cacería de gringos en territorio carioca con una explicación liviana, pero fundamento al fin para el salvajismo. No obstante ello no alcanza para que la opción sea sólida desde el argumento, el cual se dedica a desplegar circunstancias alejadas del sentido común, escenas agradables visualmente dado el marco escenográfico y el atractivo físico del elenco, y un terror que sólo aparece en el tramo final cuando cesa el cachondeo y la jarana típica de las cintas de jovencitos descerebrados que piensan en divertirse y pasarla bien.

En fin: para nosotros, bellas jóvenes en diminutos bikinis; para ellas, tíos duros bien torneados y con el torso al descubierto; para los amantes del terror, una sensación de decepción más.