La cosa es que empieza bien y podría haber sido una película de terror/tensión más que aceptable si no cayese en picado, a partir del primer tercio, en un qué se yo en que ya no te puedes tomar nada en serio y que finalmente dejas fluir porque no te queda otra.

En esta historia, una oficial de aviación/mecánica/artillera con un extraño paquete de contenido confidencial y un brazo que está roto o no en función de la escena se incorpora en el último momento a un vuelo sobre el Pacífico en mitad de la Segunda Guerra Mundial. Con poca o ninguna gana la recibe lo que debe ser la asociación de machistas cliché de pelis de guerra, más un único oficial buenorro a la par que sensible que nadie puede imaginar que papel jugará en la película -guiño, guiño-. Al no haber sitio en cabina, le toca ir a la torreta inferior para el despegue y proceder a quedarse allí atrapada porque el avión está hecho un cascajo. A partir de ahí le tocará enfrentarse a cazas enemigos, goblins de ala, total incompetencia del equipo de mantenimiento de tierra y, como no, a las gracietas de los sufridos actores que tienen que hacer de neanderthales todo el rodaje. Pero es igual, porque nuestra heroína lo mismo se cuelga del meñique al fuselaje en pleno vuelo que derriba al enemigo a escupitajos (tampoco es que las pelis de acción habituales sean mucho más realistas, la verdad). Y, en todo esto, el responsable de raccord en la peluquería.

Lástima de viraje de guión de lo que apuntaba a ser algo pasablemente decente y se transforma en una ida de olla, pero en relación entretenimiento/presupuesto, supongo que las he visto peores. Curioso el metraje de aviadoras reales de la época durante los títulos de crédito del final.