Estremecedora película que deja un sabor agridulce en los labios de los espectadores. Plantea un caso que está, por desgracia, bastante a la orden del día, y la propuesta de fondo es no pensárselo dos veces a la hora de abandonar a un hombre que te oprime y te arruina la existencia.

Antonio, brillantemente interpretado por Luis Tosar (como cabía esperar), tiene la oportunidad de cambiar y encarrilar bien la relación con su mujer. Sin embargo, para enojo del espectador, no lo hará; meterá la pata, dejando que la agresividad y la violencia se superpongan a la razonabilidad. Sin embargo, la tesis que defiende la película es un arma de doble filo: salimos pensando "ese hijo de puta no se merecía una segunda oportunidad. ¿Lo ves? ¡Ya se veía venir que todo acabaría mal!". Creo que esto no es discutible; acabamos convencidos de que es así. Sin embargo, aplicado a la vida real, Bollaín nos está animando a "dar la batalla por perdida" de entrada y, por tanto, privar de oportunidades a quien, a los ojos del mundo, no se las merece, para que no nos suceda lo mismo que en la película. Y cabe preguntarse si esta postura es cien por cien razonable o si, por el contrario, la película intenta inculcárnosla mostrándonos lo lamentable que termina este caso particular, intentando elevarlo a regla general.

Como denuncia, la película es excelente. Aun así, pediría que se tuviera en consideración la pequeña reflexión que he hecho, aunque sé que no soy nadie para juzgar estas cosas.

Un saludo.