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Voto de TheYllusionist:
6
Drama A Sam, un niño de doce años, le apasionan las historias fantásticas. Quiere saberlo todo sobre ovnis y películas de miedo, aeronaves y fantasmas. También quiere saber qué se siente al tomar el primer trago de cerveza, al dar la primera calada a un cigarrillo y al besar a una chica. Quiere conocer las experiencias de los adolescentes, porque él seguramente no llegará a esa edad. Tiene leucemia, y aunque los adultos respondan ambiguamente ... [+]
10 de marzo de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminamos con la frase “ya sé que contado no es lo mismo” cuando queremos explicarle a alguien una experiencia importante que hemos tenido pero vemos que no acaba de hacer mella en él. Eso mismo debería decirnos Gustavo Ron a cada uno de nosotros cuando salgamos de Vivir para siempre, una adaptación del bestseller de Sally Nicholls. Y es que su buena intención es tan loable como son denunciables la falta de recursos en la narración y la poca picardía en el guion que nos dejan pasmados con una extraña mueca al final del filme.

Se trata de la historia de Sam, un niño inquieto y travieso que padece leucemia y es consciente de que tiene los días contados. Mediante un diario, tanto escrito como en vídeo, intentará inmortalizar su presencia en el mundo mientras se formula preguntas a las que nadie ha sabido todavía responder (“¿qué hay después de la muerte?”) y otras quizás más técnicas, como si es posible morir sin sufrir.

Se trata de un filme bien realizado, utilizando técnicas atractivas como las pequeñas historietas mostradas mediante una animación -lo cual siempre da un poco de oxígeno al espectador- o la grúa cuyo uso a veces es un simple capricho estilístico.

No es fácil hacer que un público con poca experiencia de la muerte o la enfermedad vibre con esta película: según cómo, puede acabar aborreciéndola. Pero eso no es excusa, ya que Albert Espinosa lo ha conseguido magistralmente con Planta cuarta o con la reciente serie Polseres vermelles. El problema, como he dicho, está en la narración y en el guion.

Sobre la narración, se abusa sobremanera del diálogo; hay pocos momentos de auténtica contemplación en los que no necesitemos escuchar nada para estar inmersos en la película. Todas las preguntas se formulan de forma retórica, sin atisbo de pregunta implícita o indirecta alguno, lo cual no hubiera sido difícil al tratarse de un niño.

En cuanto al guion, hay algunas faltas imperdonables, sobre todo en lo que a personajes se refiere. El padre de Sam, cuya postura huidiza y poco firme paternalmente hablando no puede menos que chocarnos, sufre un cambio un tanto repentino que parece insinuar que podría haber sido él el protagonista de la misma película si le hubiéramos cambiado el enfoque. O la niña, que vendría a ser el “amor idílico” de Sam y podemos decir que sólo aparece en escena para besarle, aunque sea fuera de contexto, o fuera de la iglesia donde se celebra el funeral de su amigo común Félix, fallecido por causa de la misma leucemia. Asimismo, la relación entre los dos protagonistas no resulta en absoluto natural ni suscita ningún tipo de afecto por nuestra parte, puesto que su forma de estar juntos se reduce a las locuras justificadas por el contexto de su enfermedad y a las preguntas filosóficas, cosa que no ocurre en Planta cuarta.

Aún así, no deja de ser una película atrevida y bienintencionada que, a lo sumo, nos hará pensar sobre lo mal que gestionamos el poco tiempo del que disponemos.
TheYllusionist
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