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Voto de MissWhoeverIam:
7
Thriller. Drama. Intriga En un instituto, el último día de clase, una profesora se despide de sus alumnos y, además de anunciarles que deja la escuela, les confiesa que su hija de cuatro años que, aparentemente, murió ahogada en la piscina de la escuela, fue en realidad asesinada por dos estudiantes de esa misma clase. También les hace saber que ya ha puesto en marcha su venganza contra ellos. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El timbre con el que acaban las clases da inicio a un proyecto japonés que vuelve a vertebrarse en la venganza. Esta temática parece copar el panorama nipón del 7º arte, llena las pantallas con una combinación de historias múltiples que convergen y con elementos característicos que, combinados con maestría, mantienen la tensión. Todo ello amparado por un guión psicológico enrevesado y, en ocasiones, confuso; y que es la pieza clave para hilar toda la película.

Nakashima da un giro de tuerca en esta ocasión y mezcla técnicas que beben del videoclip y de la pintura y que elaboran un cuadro cinematográfico bello y oscuro a la par.

La fotografía y el ritmo son los alumnos aventajados en este thriller escolar, y se unen para realizar una simbiosis en la que aportan a la película y se retroalimentan entre sí. El director japonés no se conforma con unos encuadres bien marcados, sino que hace poesía visual y decide desafiar el ritmo natural del tiempo para que el espectador se recree en la imagen, disfrute de la oscuridad que proporcionan los ambientes y la iluminación del metraje.

Y la música, que acompaña al espectador durante todo el largometraje, supone el quinto elemento que, combinado, ayuda al mismo de una forma subrepticia pero imprescindible. No sólo a ambientar los encuadres pictóricos que presenta, sino a conseguir unos cambios de tono que relajan al espectador y sorprenden. Unos cambios que, si bien podrían rellenar los momentos más románticos de cualquier blockbuster americano, son en este caso un sarcasmo, una mala broma que enaltece la tensión y justifica una combinación de colores más vivos.

Aunque Confessions tenga un trabajo de postproducción envidiable y luzca con orgullo la acertada combinación de las características técnicas anteriormente mencionadas; no se puede obviar la denuncia social que imprime el realizador japonés. Temas como la ley del menor se hibridan con el estigma del SIDA, la educación y la muerte y son el cóctel explosivo que enhebra el guión. Una aventura arriesgada que, en este caso, constituye un entramado muy bien tejido y que no le resta verosimilitud a las historias. Historias de personajes que se confiesan, pero no lo hacen como en una carrera eclesiástica por la salvación; al contrario, se desgranan poco a poco, dando la información con cuentagotas al espectador, muriendo por dentro y por fuera a cada minuto que pasa de la película. Este último hecho es el que quizá consiga que no se note la embriaguez de colores y edulcoradas imágenes y efectos de lentitud en el ritmo que tiene la película.

Una encarecida recomendación para todos aquellos que crean que la redención está en la confesión.
MissWhoeverIam
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