Haz click aquí para copiar la URL
Voto de pablo garcia del pino:
9
Drama Madrid, finales del siglo XIX. Tras hacer fortuna en América, Agustín (Paco Rabal) vuelve a España y se instala en casa de unos codiciosos parientes: Francisco y Rosalía de Bringas (Rafael Alonso y Concha Velasco). Allí empieza a cortejar a Amparo (Ana Belén), una atractiva joven que trabaja de criada y que oculta un secreto inconfesable: su relación amorosa con el padre Pedro (Javier Escrivá). (FILMAFFINITY)
13 de enero de 2008
45 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Olea adapta con perfección una de las mejores novelas de Galdós. Se adentra en ese clima helado de su Madrid deshumanizado por los prejuicios, los amores tristes y la mala suerte, como mosca fatídica que se cierne sobre cada uno de los protagonistas, realzando el peso dramático (la bondad, la soberbia, la envidia) que define a cada uno de ellos. La escenografía galdosiana se halla casi siempre ilustrada por una especie de codificado martirio social que es el que mantiene cierta cohesión entre sus personajes. Olea mueve bien los hilos. La ambientación es magnífica. El reparto más que adecuado. Hay una espléndida galería de secundarios. Francisco Rabal y Javier Escrivá viven a la perfección sus peligrosos encuentros entre el amor desesperado y el envenenamiento con que los azota ese ridículo hilo conductor del honor. Ana Belén preludia su maravillosa Fortunata televisiva. Y aunque más recatada, también acabará escandalizando a ese pacato mundo madrileño del diecinueve, tan beato, puritano y nauseabundo. Pero el mayor peso específico del film recae sobre Concha Velasco. Olea cambia el signo de su carrera por el riquísimo, sobrecargado y odioso papel de Doña Rosalía de Bringas, felicísima en su egocentrismo y maledicencia. Y como hada madrina perversa reparte premios y castigos a tono con esa bajeza ignominiosa de un corazón ruín. Compone la Velasco, con una excelencia apabullante, ese personaje atormentado por la envidia y la alevosía y (caracterizada) nos deleita con esa hermosura perdida, de otro tiempo, ya irrecuperable. Se convierte así en una clara convicta de esa tragedia que conlleva la codicia. Y nuestra Concha, como si Galdós hubiera previsto su existencia futura, nos pone a todos en el disparadero de reconocer que es la auténtica Rosalía Pipaón soñada por el gran escritor. Su inteligencia interpretativa hizo historia en nuestro cine. Fue tan auténtico, tan maravilloso y emocionante su prototípico retrato de cautelosa perversidad, que hasta Marco Bellochio se la llevó a Italia para que lo repitiera en una extraña película suya, hoy olvidada. Concha Velasco nos lega en "Tormento" el más morrocotudo túmulo con que pudo contar la envidia en este mundo. Su interpretación es tan genial que se convierte en majestuosa. ¡Lástima que Olea no se hubiera decidido a rodar con ella esa segunda parte galdosiana, magna e inolvidable, que fue "La de Bringas" Habría sido como para relamerse de gusto. Pablo García del Pino
pablo garcia del pino
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow