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Bélgica Bélgica · bruselas
Voto de pablo:
9
Drama Un análisis sobre el poder de la televisión, que retrata un mundo competitivo donde el éxito y los récords de audiencia imponen su dictadura. Howard Beale, veterano presentador de un informativo nocturno, es despedido cuando baja el nivel de audiencia de su popular programa. Sin embargo, antes de abandonar la cadena, ante el asombro de todos, Beale anuncia que antes de irse se suicidará ante las cámaras, pegándose un tiro en directo en ... [+]
3 de enero de 2008
62 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lumet ha sido un director muy dotado, con gran capacidad para adaptarse a cualquier género y con el talento suficiente para firmar obras muy notables.
Quizás, sea precisamente el hecho de que sus películas son notables, lo que ha oscurecido un poco su meritoria carrera. Y lo digo positivamente. Me explico: Lumet no ha firmado (por ahora) ninguna obra maestra de las clásicas que merezca por algún motivo pasar a los anales de la historia del cine. Sin embargo, sí que ha firmado unas cuentas obras destacadísimas que, en algunos casos, se aproximan felizmente a la obra cumbre.

Y ahí entran Doce hombres sin piedad, Larga jornada hacia la noche, El prestamista y Network. Otras como Sérpico, Tarde de perros, Equus, Veredicto final y parece ser que Before the devil knows that you're dead, son también, a mi juicio, películas logradas.

Pero no voy a hablar de toda la filmografía del director, sino que me voy a centrar en la película que más me gusta de todas las que ha dirigido: Network (un mundo implacable). Título mítico de los 70, olvidísima con posterioridad y que construye con maestría tres personajes "gigantes" en medio de un holocausto de verdades y mentiras que encierran la metáfora de la propia vida.

Y ello, porque Lumet no juega a juzgar a nadie, sino que escupe al público tres visiones "deformadas" del ser humano (la marioneta que es encumbrada a los altares, el triunfador relegado a un segundo puesto laboral y emocional y la víbora que pide a gritos que la quieran), que son, en el fondo, los retratos cotidianos de personas que adolecen de lo mismo: la angustia existencial. Y ésta, se encuentra personíficada en el despiadado mundo de la televisión moderna.

Vista 30 años después, la película rebosa actualidad por los cuatro costados y confirma la agudísima visión del guionista Paddy Chayesky (justamente galardonado con el Oscar del año) a la hora de diseccionar personajes y presentarnos tipos llenos de sentimientos y verdades.

Claramente, una película como ésta, no podría llegar a buen puerto sin unos actores a la medida. Y para ello, Lumet contó con tres soberbios intérpretes: Peter Finch, absolutamente magistral en su última actuación (moriría poco después y recibiría el oscar al mejor actor póstumamente), William Holden y Faye Dunaway (que lograría también la estatuilla en su tercera nominaciön tras Bonny and Clyde y Chinatonw). Además, la película supuso un sorprendente (y surrealista) Oscar como actriz de reparto para Beatrice Straight por una interpretación de dos secuencias -sólo habla más de 30 segundos en la segunda de ellas-, y cuya duración no superaba los 10 minutos. Eso sí, se quedó sin los oscar principales frente a ... Rocky... de Jonh. G. Avildsen.

En fin, obra a rescatar, a disfrutar sin contexto alguno de por medio, y que sirve para reconocer la valía del gran Sydney Lumet.
pablo
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