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Bélgica Bélgica · bruselas
Voto de pablo:
10
Drama El Jaibo es un adolescente que escapa de un correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Unos días después, el Jaibo mata, en presencia de su amigo Pedro, al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran al reformatorio. A partir de entonces, los destinos de Pedro y el Jaibo estarán trágicamente unidos. (FILMAFFINITY)
26 de septiembre de 2007
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy difícil elegir una película del gran maestro de Calanda. Y lo es porque, con muy pocas excepciones, la suya es una filmografía magistral, plagada de obras maestras a diestro y siniestro.

Los Olvidados, (¡qué hermosísimo título!) supuso una de las cumbres buñuelia-nas en su periplo mexicano. Y no es para menos, la película retrata con dureza y emoción a partes iguales el destino fatalista de unos adolescentes carcomidos por la pobreza y la desgracia. Una visión diferente de la marginalidad en las grandes urbes (no en vano, Buñuel nos advierte que lo que narra bien podría estar pasan-do en Londres, París o Nueva York) que se distancia de obras, en un principio, hermanas como Ladrón de bicicleta de De Sica o Roma, ciudad abierta de Rosse-llini. Estas últimas son las obras abanderadas del Neorrealismo italiano de los años cuarenta, sin embargo, Los Olvidados bebe de otras fuentes distintas, las fuentes del Surrealismo moderado reconvertido a Realismo poético de tintes bí-blicos.

De hecho, y pese a su poso globalizante, Los Olvidados navega en el folclore mexicano como pez en el agua, y desmenuza con precisión el desarraigo genera-cional de una sociedad decadente que excluye de su bonanza a malditos y des-amparados. Pedro, su protagonista, es un Oliver Twist de periferia más cercano a Donni Darko que a Artful Dodger. Un maldito cuyo sino destila fatalidad desde el primer plano y cuya odisea predestinada recuerda la pasión del mismísimo Jesucristo. Así, Buñuel convierte a Jaibo, su coprotagonista, es un Judas libidinoso con la estampa del mal fario pintada en la frente. La relación que se crea entre ambos es el leit motiv de un recorrido agridulce y pasmoso por un purgatorio de almas diseccionadas con sin inigual maestría por su autor: una madre irredenta y castradora, un ciego-trovador de bilis intacta y una lozana prehistórica preceden-te de una Belle de Jour bañada en leche.

Y es curioso como en el medio de todo este caos, Buñuel tiene tiempo para, al lado de lo absurdo e irracional de la existencia misma, rescatar sin mayores pro-blemas un sentimiento de gratitud y pasión que impregna no sólo a Pedro, sino también a sus compañeros de desgracias, dotados de una humanidad y viveza poco estudiadas hasta entonces. Por eso, en la conjugación sensacional de asco y belleza, Buñuel brinda con Los Olvidados una lección de humanismo que tras-ciende más allá del mero episodio de fatal cotidianeidad urbana.

En Cannes, que suelen ser muy listos, le dieron el premio al Mejor Director, y en mi ranking particular, Los Olvidados descansa al lado de El ángel exterminador –obra sin parangón en la historia del cine moderno y de una actualidad insultante - y Viridiana, que es, de lejos, la mejor película española de todos los tiempos.
pablo
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