Todas las familias tienen secretos, algunos más sórdidos que otros. El Árbol de la Sangre narra la historia de dos familias y de cómo llegaron a unirse de forma inexorable. Los dos actores principales sustentan todo el metraje de manera absolutamente brillante, dejando de lado los papeles y roles a los que nos tienen acostumbrados. Dirigida por Julio Medem, reconocido director de nuestro país por trabajos como Caótica Ana, Lucía y el Sexo o Los amantes del Círculo Polar, sorprende con una dirección de extraordinaria belleza, tanto en los lugares que aparecen como en la intensidad y pasión que desprenden sus protagonistas, sobre todo por parte de Úrsula Corberó, en el papel de Rebeca, pero que está muy bien acompañada por Álvaro Cervantes en el papel Marc. Impresionantes también Najwa Nimri, Daniel Grao (HIT) o Joaquín Furriel (Cien Años de Perdón o La Quietud).

Todo comienza con Rebeca y Marc que tienen el propósito de escribir la historia familiar (sin meter política de por medio, a ser posible) y de contarse y averiguar toda la verdad de lo que ocurrió en el momento casi de ser concebidos por sus respectivas madres. Como siempre, al comienzo de todo, la tarea les resulta divertida e interesante, pero según vayan escribiendo cada uno su parte irán saliendo secretos importantes a la luz que harán que se tambalee su relación y la de todos a su alrededor.

No puedo negar que es una crónica un tanto extraña, no es una historia de amor como El Verano que Vivimos, es algo más complicado, también dramático, pero nos engancha desde el primer minuto. Me gusta que no tenga mucha acción, que no se maree al espectador (a mí ese tipo de narrativa me poner nerviosa y no me entero de la mitad). Hay tensión en todo momento, pero contenida.

La banda sonora de Lucas Vidal, compositor español de películas como La Fría Luz del Día, Mindscape o Palmeras en la Nieve, me ha fascinado.

En resumen, que cuando España quiere hacer las cosas bien, las hace. Como recomendación y advertencia: tened cuidado con las malditas vacas.