Quizás Clint Eastwood haya cometido algún pecado cinematográfico, pero desde luego con películas como esta tiene ganada la redención. Se trata, entre otras muchas cosas, de entretenimiento puro con un brillante final, lo cual parece estar últimamente al alcance de muy pocos, incluyendo la tan cacareada Benjamin Button (curioso y aburridísimo caso el suyo).
Crítica social, alegato contra el racismo y unas escenas con las que puedes reírte hasta que te duela la barriga sin que se trate de una comedia, todo ello dentro de un guión que resulta muy cercano y creíble (no confundir con guión de "película menor").

Lo dicho, un oasis entre tanto desierto de ideas y una lección del profesor Eastwood. Debería ser de obligado visionado para todo estadounidense junto con American Beauty, para que entiendan un poco cómo es en realidad la sociedad en la que viven.