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Voto de eucariota:
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Comedia
Adaptación de la popular obra homónima de Don Pedro Muñoz Seca. Cuando Don Mendo, marqués de Cabra, galante y audaz caballero medieval, escala un torreón para llegar a los aposentos de la bella Magdalena, es sorprendido por Don Nuño Manso de Jarama, el padre de la dama, que ha concedido la mano de su hija al Duque de Toro. Para proteger el honor de su amada, Don Mendo asegura que ha subido al torreón para robar, por lo que es condenado ... [+]
8 de julio de 2011
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si queréis escuchar durante un rato,
contaré al detalle la barahúnda,
el turbio chismorreo, que circunda
en mi barrio, a través de este relato.
Trata los amoríos de un doncel,
célebre libertino y vividor,
facineroso, ruín y embaucador,
y la hija virginal de un coronel.
Se educó la doncella entre lisonjas
en una gran escuela de postín;
aprendió a tocar bien el violín
y creció al amparo de las monjas.
Y todos los caprichos que tenía,
ropa, joyas, perfume, lo que fuera,
cualquier pequeño antojo que tuviera,
del padre con halagos conseguía.
Y llegó la aversidad: pues un buen día
la moza del rufián se enamoró.
Por supuesto, a papá no le gustó;
con ése, poca gracia que le hacía.
Por ello y en privado a la muchacha,
con severos semblante y ademán,
le dijo, como ordena un capitán,
seriamente, a su hija vivaracha:
-Porque es un mujeriego muy mundano,
que tan solo pretende tu dinero,
tu herencia quiere el necio pordiosero,
ruega a Dios por la vida del villano.
Lo que tengo hija mía, en esta mano,
este desnudo sable que aquí ves,
de un tajo segará, no uno, los tres
viriles atributos del marrano;
su precio por pasar este peaje.
Así que no disgustes a papá,
porque el granuja nunca más será
un hombre si persiste en el ultraje.-
Al pronto, la inquietud llega a su hija:
-¿Por favor, padre mío, qué decís?
¿Su grandiosa cosita de hacer pis?
¡La tiene como nadie; dura y fija!-
Respondiole su padre maldiciendo:
-¡Por Belenos! ¿Qué coño pasa aquí?
¡Maldición! ¿No me digas ahora a mí,
que te la está el mísero metiendo?-
-No te enfades, papá, es un desliz
que sucedió tan sólo doce veces.
(y en todas, placer me dio con creces)-
-¡Ya poco va a vivir ese infeliz!-
Dijo el tutor a modo de sentencia.
-Ha osado mancillar el apellido
bajo el astuto aspecto de Cupido,
pues tendrá que morir por su indecencia.
Como mi sable está desenvainado
y para lavar mi honor, te daré muerte;
juguemos, pues echada está tu suerte:
¡Efebo, date presto por capado!-
contaré al detalle la barahúnda,
el turbio chismorreo, que circunda
en mi barrio, a través de este relato.
Trata los amoríos de un doncel,
célebre libertino y vividor,
facineroso, ruín y embaucador,
y la hija virginal de un coronel.
Se educó la doncella entre lisonjas
en una gran escuela de postín;
aprendió a tocar bien el violín
y creció al amparo de las monjas.
Y todos los caprichos que tenía,
ropa, joyas, perfume, lo que fuera,
cualquier pequeño antojo que tuviera,
del padre con halagos conseguía.
Y llegó la aversidad: pues un buen día
la moza del rufián se enamoró.
Por supuesto, a papá no le gustó;
con ése, poca gracia que le hacía.
Por ello y en privado a la muchacha,
con severos semblante y ademán,
le dijo, como ordena un capitán,
seriamente, a su hija vivaracha:
-Porque es un mujeriego muy mundano,
que tan solo pretende tu dinero,
tu herencia quiere el necio pordiosero,
ruega a Dios por la vida del villano.
Lo que tengo hija mía, en esta mano,
este desnudo sable que aquí ves,
de un tajo segará, no uno, los tres
viriles atributos del marrano;
su precio por pasar este peaje.
Así que no disgustes a papá,
porque el granuja nunca más será
un hombre si persiste en el ultraje.-
Al pronto, la inquietud llega a su hija:
-¿Por favor, padre mío, qué decís?
¿Su grandiosa cosita de hacer pis?
¡La tiene como nadie; dura y fija!-
Respondiole su padre maldiciendo:
-¡Por Belenos! ¿Qué coño pasa aquí?
¡Maldición! ¿No me digas ahora a mí,
que te la está el mísero metiendo?-
-No te enfades, papá, es un desliz
que sucedió tan sólo doce veces.
(y en todas, placer me dio con creces)-
-¡Ya poco va a vivir ese infeliz!-
Dijo el tutor a modo de sentencia.
-Ha osado mancillar el apellido
bajo el astuto aspecto de Cupido,
pues tendrá que morir por su indecencia.
Como mi sable está desenvainado
y para lavar mi honor, te daré muerte;
juguemos, pues echada está tu suerte:
¡Efebo, date presto por capado!-
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
-¡Ay, que no, papaíto, por favor!
Seguro que eso debe doler mucho.
Mira que si lo dejas debilucho
el pobre no me hará más el amor.
¿Pero cómo actuaré para salvarle?-
Pensó inquieta la hija para sí.
-Mi padre lo capa, ¡ay de mí!
Llegaré antes allí, para avisarle.
¡Carambita, papá, que me olvidaba!-
Empezó a decir la niña en alto
con un sonoro taco (que me salto).
-¡Cáspita! que una cita me aguardaba.
Tengo vez esta tarde en el dentista,
no debo descuidar mi dentadura;
ya sabes, el protésico me cura
y si no voy me borra de su lista.-
Buena excusa. Le sale bien el truco.
Y la joven partió en veloz carrera,
pues quería llegar hasta su vera
y salvar al galán de ser eunuco.
Y acudió a los brazos de su amante.
-¡Para quieto! No seas tan ansioso
amor mío, semejas muy vicioso;
escucha, te he contar algo inquietante.-
De un modo atropellado relató
lo que ha de hacer su padre con el sable.
Sereno la escuchó, con rostro afable,
hasta que mutilado se pensó.
Lentamente mirándola, le dijo:
-De él será mejor que yo me guarde,
no creo que lo diga por alarde,
ya sabes qué hace un padre por un hijo.
Y no es cuestión ahora de perder
mis atributos, téngolos a bien
y en gran estima y creo que también
me espera en otra casa una mujer.
Mejor es que dejemos esto listo;
a riesgo de que quede como un cerdo,
diré que si te he visto ni me acuerdo
y lo siento, mi amor, en ello insisto.-
Y veloz con el rabo entre las piernas
(muy contento y feliz, porque lo salva)
se dice: La ocasión la pintan calva.
Y se va en pos de jóvenes más tiernas
corriendo y sin volver la vista atrás;
y piensa, con semblante preocupado:
-¡Caramba! Con la hija de un soldado
prometo no salir nunca jamás.
Y juro que seré siempre decente
y mis cosas no vuelven a jugar
con la hija de un estricto militar,
tan siquiera lo sea de un teniente.
Y bien que me lo grabo en la memoria,
si apenas he salvado mi cimbel
del sable de un austero coronel.-
Y aquí debo acabar con esta historia...
Pero antes dejaré la moraleja,
que dice con razón: En el amor,
cuando un amante efímero nos deja,
deberemos buscar otro mejor.
Seguro que eso debe doler mucho.
Mira que si lo dejas debilucho
el pobre no me hará más el amor.
¿Pero cómo actuaré para salvarle?-
Pensó inquieta la hija para sí.
-Mi padre lo capa, ¡ay de mí!
Llegaré antes allí, para avisarle.
¡Carambita, papá, que me olvidaba!-
Empezó a decir la niña en alto
con un sonoro taco (que me salto).
-¡Cáspita! que una cita me aguardaba.
Tengo vez esta tarde en el dentista,
no debo descuidar mi dentadura;
ya sabes, el protésico me cura
y si no voy me borra de su lista.-
Buena excusa. Le sale bien el truco.
Y la joven partió en veloz carrera,
pues quería llegar hasta su vera
y salvar al galán de ser eunuco.
Y acudió a los brazos de su amante.
-¡Para quieto! No seas tan ansioso
amor mío, semejas muy vicioso;
escucha, te he contar algo inquietante.-
De un modo atropellado relató
lo que ha de hacer su padre con el sable.
Sereno la escuchó, con rostro afable,
hasta que mutilado se pensó.
Lentamente mirándola, le dijo:
-De él será mejor que yo me guarde,
no creo que lo diga por alarde,
ya sabes qué hace un padre por un hijo.
Y no es cuestión ahora de perder
mis atributos, téngolos a bien
y en gran estima y creo que también
me espera en otra casa una mujer.
Mejor es que dejemos esto listo;
a riesgo de que quede como un cerdo,
diré que si te he visto ni me acuerdo
y lo siento, mi amor, en ello insisto.-
Y veloz con el rabo entre las piernas
(muy contento y feliz, porque lo salva)
se dice: La ocasión la pintan calva.
Y se va en pos de jóvenes más tiernas
corriendo y sin volver la vista atrás;
y piensa, con semblante preocupado:
-¡Caramba! Con la hija de un soldado
prometo no salir nunca jamás.
Y juro que seré siempre decente
y mis cosas no vuelven a jugar
con la hija de un estricto militar,
tan siquiera lo sea de un teniente.
Y bien que me lo grabo en la memoria,
si apenas he salvado mi cimbel
del sable de un austero coronel.-
Y aquí debo acabar con esta historia...
Pero antes dejaré la moraleja,
que dice con razón: En el amor,
cuando un amante efímero nos deja,
deberemos buscar otro mejor.