Todos nos hemos levantado de la cama una buena mañana y hemos sentido que no iba a ser un buen día; sin saber el motivo parece que todas las fuerzas nos fallan y que tu cuerpo, frágil en la cotidianidad, pesa bastante más de lo normal, como si fuerzas extrañas lo encadenasen a la cama, obligándote a realizar un sobreesfuerzo, que fácil deviene vacío y lastrero.
Casi de inmediato captas un color diferente del mundo que te rodea, como si los objetos se hubiesen difuminado durante la noche, perdiendo su brillo natural, evaporada ya la fascinante y altiva intensidad exhibida días antes.
Y no sólo es el brillo de los espejos, el color de los difuminados objetos, no sólo es el desdoro de su esplendor, sino que silenciosa y callada, sientes esa rara atmósfera colándose por los intersticios de tu ventana, extendiendo su hediondo poso de amargor hacia el interior de tu propia alma.
Y todo se vuelve brumoso, bruma de melancolía disfrazada, y tu cielo se anega de turbios nubarrones, zaino de mudos temores; y de pronto te sientes encadenado a un mundo confuso, y todo se vuelve muy extraño, todo se rodea de sombríos presagios; y te envuelve la tristeza, y te abraza con su poderosa garra, con la energía propia de la voluptuosa ilusión frustrada.
Y te sientes renegado, te recreas en tus sucesivos fracasos, evadiéndote con los frecuentes desengaños apañados; y reflexionas sobre la inutilidad de tu propia vida, reprendiendo el vago sentido de la misma; y piensas otra vez en tus desacertadas decisiones pasadas, que se clavan como un puñal en tus maltrechas espaldas, y percibes el vacío paso del tiempo, y como tu alegría se evapora adentrándose en la inmensidad del desierto.
Y el temor te alcanza, desasosegando una ya angustiada alma; y con pavor buscas refugio con el que aliviar esa pesada carga, pero el miedo, inclemente, no te concede la ansiada calma y consigue asaltar tu frágil morada, sometiendo a su impostada confianza la humillación de la asunción de la propia derrota amplificada.
Y justo en ese momento, justo en ese instante de mayor desamparo, en el que no encuentras salida al enmarañado laberinto en el que te has instalado; en ese preciso momento en el que te resignas a una vida sembrada de semillas desesperanzadas, recuerdas esa canción que te emocionó, ese libro que cambió tu esencia, esa película que te obligó a reflexionar y consiguió dar respuestas a las dudas de vivir consciente de tu perecedera existencia y, como no, recuerdas ese fotograma que te alivió sobremanera.
Pues bien, sin duda, esta película es una de esas que logra conmover el alma, sin duda se trata de una película que logra trastocar su más íntima esencia, sin duda se trata de “una” de esas que te impele a que reflexiones sobre tu lugar en el mundo, y que consigue, aliviando, dar respuesta a la angustiosa certeza de vivir una perecedera existencia.