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España España · teruel
Voto de simón:
6
Drama. Romance Gabor, un lanzador de cuchillos, le salva la vida a Adèle cuando estaba a punto de arrojarse desde uno de los puentes del Sena. Adèle siempre ha sido una mujer desdichada. Gabor es un poco mentiroso, pero en el fondo tiene buen corazón. Finalmente, los dos se van a vivir juntos, pero Adèle tiene un problema: es una persona mentalmente inestable que se cansa pronto de todo. (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seres ajados, desilusionados, decepcionados, desdichados, desencantados, desesperados; seres encadenados, desdibujados, decolorados, arrodillados, abatidos, desdorados; seres inconsolables, atormentados, angustiados, afligidos, amargados, asfixiados; seres sobrecogidos, imbuidos en un irreversible crepitar físico y existencial; seres sin esperanzas en las que resguardarse, ni sueños en los que cobijar los rescoldos de una vida cuando ya nada alivia ni reconforta; seres que advierten el momento en el que la vida clava sus garras: agarrotando nuestro corazón y mostrando su verdadero rostro, sin tiempo ya de recordar todo aquello que un día consolaba nuestra congoja; seres a punto de precipitarse al abismo, de dejar a atrás una larga vida vivida sin ilusión, de abrazarse al olvido y convertirse en tenue recuerdo; seres con un atormentado pasado y un futuro sin proyección, lastrando un presente que se ase con saña en nuestra alma impidiendo, por tanto, soportar el ahora.
La vida como un perfecto cúmulo de frustraciones insoportables, como el colofón final a una ominosa concatenación de infortunios personales, como el hiriente resultado de relaciones que no llenan, al contrario, que sólo su recuerdo azota con virulencia nuestra ya maltrecha existencia. La vida como asunción de la indefectible derrota a la que se ve abocada toda tentativa de ser feliz, como la constatación inequívoca de una fallida estratagema, como eterno acompañante a la humillante sensación de fracaso, como dama malvada de una lacrimógena película, como azarosa y angustiante sucesión de acontecimientos lacerantes, como la malvada respuesta a una asfixiante letanía de reproches.
Acertadísima la opción de su director de mostrarnos a sus peculiares protagonistas en un oscurísimo blanco y negro; el mismo color que el amargo pasado, el doliente presente y desesperanzado futuro de éstos, perfecta metáfora de la triste, pero no asumida, derrota.
simón
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