¿Quién no ha soñado alguna vez con tener una vida totalmente distinta a la que vive? ¿Quién no ha deseado una segunda versión mejorada de nuestra propia y rutinaria existencia, en la que seamos los auténticos y verdaderos protagonistas de la historia y dónde todo gire a nuestro alrededor, poniéndose al servicio de nuestros deseos y expectativas?
¿Quién no se ha imaginado un mundo en el que la gente que conocemos y queremos no nos decepcione y se comporte tal y como nos gustaría que lo hubieran hecho, y en dónde no tengamos que mendigar un poco de cariño dentro de una sociedad que minimiza las relaciones personales y familiares en función de otros valores?.
En algún momento todos hemos imaginado esa realidad más amable, ese mundo más llevadero, especialmente cuando el que vivimos se vuelve gris e insatisfactorio.
Coraline encuentra esa puerta que separa los dos mundos y la cruza, convirtiéndose así en el centro de todas las atenciones de quienes la rodean, y vive con idealismo ese nuevo mundo de diversión al que se escapa todas las noches, poblado de colorido, lleno de seres extravagantes que la divierten y unos padres que están dispuestos a complacerla y dedicarle toda su atención.
Parece que sus deseos se han hecho realidad, y sin embargo...... ¡no es feliz!.
Magnífica moraleja que podemos aplicar perfectamente a nuestras vidas, ¿acaso si consiguiéramos vivir la vida que creemos nos haría felices, lo seríamos realmente?,¿en verdad podemos pensar que si nada contrariara nuestros deseos, no encontraríamos otras razones para desconfiar e inventaríamos nuevos motivos de aflicción?. No en vano una cualidad consustancial al ser humano es su permanente insatisfacción.
Puede que si miramos con atención al espejo la imagen que nos devuelva no sea tan negativa, puede que si lo observamos con detenimiento comprobemos que nuestras vidas no estén tan vacías como imaginábamos, y puede que aún nos quede tiempo para corregir errores y darle un poco más de valor a las cosas que ya tenemos.