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España España · teruel
Voto de simón:
4
Drama Dos jóvenes motoristas de Los Ángeles emprenden un viaje hacia Nueva Orleáns. Cruzan todo el país con la intención de descubrir América. Después de vender cocaína a un hombre de Los Ángeles, Billy y Wiatt (alias Capitán América) asisten a la fiesta del Mardî Gras. Pronto reanudan el viaje y se van encontrando con personajes de lo más estrafalario, entre ellos un ranchero y su familia, o un autoestopista de una comuna hippie, antes de ... [+]
19 de agosto de 2011
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo haber visto esta película hace ya algunos años, y las ideas que en mi memoria perduraban comprendía la reverencial rebeldía de dos tipos solitarios cruzando con sus motos los magníficos paisajes de una Norteamérica que todavía no había vivido el necesario cambio de generación cultural, una América que aún habría cambiar de muda y aceptar alguno de sus episodios más convulsos a consecuencia de problemas arrostrados desde su concepción como nación.
Recordaba su gran banda sonora, y su grito desesperado de libertad, los chutes lisérgicos en las comunas hippies y la intolerancia de una sociedad profunda y cerril; y recuerdo, sobre todo, la admiración que me despertaban esos dos modernos héroes opuestos a un mundo injusto e intolerante al que no querían pertenecer.
Revisionada años más tarde, en pleno año 2011, los recuerdos que aún guardaba se transformaron en la sensación de haber sido partícipe de una gran impostura trasnochada sobre una época con muy pocos momentos que celebrar.
No eran dos héroes en oposición pacífica luchando contra un ambiente hostil y envidioso de la valentía que supone el afrontar la búsqueda de la libertad como seña de identidad. No eran, como recordaba, los dos estandartes de una generación de buenos hombres que pretendieron cambiar un mundo tan injusto como incomprensible; sino que tras una nueva visión se develaron como lo que realmente eran y habían sido siempre, como dos perdedores más en la búsqueda del autoplacer ególatra, sin más talento que el que se les supone para yacer con hippies pasadas de rosca y negociar con edulcorados narcotraficantes algunos kilogramos de sustancias pulverulentas.
Vista varios años después la decepción por comprobar el vacío de un discurso tan banal como hedónico es comparable con el desencanto de una generación (la nuestra) que impotente observa que todo por lo que se creyó luchar se perdió como terruños de un reloj de arena averiado, y que la impostura de un mundo tan artificial como superfluo no condujo a otra cosa más que a la reacción contraria a la que se pretendía (como casi todas las revoluciones, sean del signo que sean).
Vista años después no resiste ni tan siquiera una comercial banda sonora que no significa nada más que otra vuelta de tuerca del engranaje de una maquinaria capitalista que mercadea incluso con la contracultura que discursa inútilmente con destruirla; no resiste vista años más tarde ni tan siquiera unos paisajes de postal, que pretendían metáfora de libertad, y que acabarían convirtiéndose en pasto de turismo vago y superficial.
En definitiva, película trufada de discursos ingenuos y trasnochados que terminó por convertirse en aquello contra lo que prometía pelear.
simón
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