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Voto de juanjomuñoz:
7
6,8
8.824
Drama. Thriller
Emilio Barrero (José Coronado) es un economista que trabaja en el Banco de España. Tiene una esposa modelo, un bonito chalet y un hijo que le admira. Su esposa (Adriana Ozores) le está preparando una sorpresa para su cumpleaños; pero la sorpresa se la va a llevar ella, porque la vida de Emilio está basada en la mentira. Cuando conoce a Rosana (Marta Etura), una encantadora estudiante, el precario equilibrio de su vida se quiebra y todo ... [+]
15 de agosto de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida de nadie, Eduard Cortés 2002, es una película que aunque no alcance las más elevadas cotas de perfección cinematográfica –una evidente servidumbre de egregios modelos cinematográficos en unas ocasiones, en otras, una molesta falla en la línea de flotación del cine de intriga y suspense -la verosimilitud- , aparte de una discutible manera de abordar un papel siempre difícil de ejecutar: el del actor que interpreta al actor en su juego de fingimientos- tiene un evidente interés, intentando acercarse al subyugante mundo de la mentira y de la impostura, de la construcción de la imagen que los otros creen que somos nosotros, y que a menudo se confunde trágicamente con la propia personalidad…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pero no solo eso. El protagonista de La vida de nadie Emilio Barrero (José Coronado) trabaja como economista en el banco de España, el banco de todos los bancos. La elección del oficio de este impostor, es acertadísima. Supongo que en 2002, esta elección podría leerse como una crítica a ese tipo de personaje de bien, de apariencia intachable reflejada en esa segunda piel que es el siempre impecable traje; una crítica a ese tipo de persona que bajo la concienzudamente trabajada imagen del triunfador, esconde la pestilente realidad del sepulcro blanqueado. Hoy, diez años después, una década más tarde, algunos diálogos se cargan de amarga carga trascendente. Descubierta la mentira, con todas las cartas sobre la mesa, su mujer Ágata (Adriana Ozores) le conmina a dar respuesta a sus angustiadas preguntas: ¿qué fue del dinero entregado a ese fingido economista por familiares y amigos para hacer inversiones, que solo sirvieron en realidad para sustentar de manera artificial y efímera un fantasmagórico bienestar? La pregunta queda colgada en el aire. Pero quien hace la pregunta, también es preguntada a su vez: ¿cómo pudo Ágata no darse cuenta de nada? De alguna manera el espectador entiende, que la responsabilidad de la mentira no solo está en el mentiroso, sino también en el que cree la mentira, en aquel que no se interesó en ir más allá de esa tranquilizadora apariencia de que todo está bien.