Fantástica segunda adaptación de la trilogía de J.R.R. Tolkien, mucho más espectacular, con más acción y con unos efectos especiales fascinantes. La película se divide en tres historias que transitan por caminos distintos pero con un mismo destino. Una primera historia sigue a Frodo, Sam y Gollum en su recorrido hacia Mordor, la cual posee cierto dramatismo fruto de la psicología del poseedor del anillo y su comportamiento, cada vez más poseído por el susodicho anillo. La segunda historia y la principal, gira entorno a Aragorn, Legolas y Gimli y su posterior batalla en el Abismo de Helm, que es donde reside la espectacularidad y el atractivo de esta segunda entrega. Y la tercera y última, narra la aventura de los medianos Merry y Pipin quienes conocerán a un Ent llamado Bárbol (pastor de árboles, árboles que se mueven, aunque lentamente) que les ayudará a combatir contra Saruman, y aunque es la menos interesante de las tres, la historia posee un impresionante clímax.

No se puede decir que ésta segunda parte no esté a la altura de la primera, es incluso superior en cuanto a que la acción se encuentra más repartida a lo largo del filme, con batallas tan espectaculares como la ofensiva de las huestes de Saruman, compuestas por Uruk-hai y dunlendinos, que se lleva a cabo en el Abismo de Helm y su consecuente defensiva por parte de Aragorn, Legolas, Gimli y sus aliados. También cabe recalcar la excelente utilización del paisaje neozelandés para crear la atmósfera idónea en cada acción y situación. El guión contiene brillantes y pomposos diálogos que rebosan de lealtad y nobleza.

Aunque se trate de la parte más fastidiosa, debido a que no tiene ni principio ni final, su perfecta ambientación de la Edad Media, su sentido de la épica, sus heterogéneos personajes y la música de Howard Shore son algunas de las cosas que merecen ser destacas.

Lo mejor: Gandalf el Blanco.

Lo peor: que se la pierda.