Por una vez encuentro algo agradable entre tanta morralla nueva de Los Simpson. Ya vi este episodio antes de manera más convencional, ahora lo veo con el nuevo método de visionado con el que estoy revisionando la serie. La primera vez creo que no me gustó porque era similar a un episodio anterior que era moderno también y, ciertamente, la trama me importaba un comino, no debía de estar de humor ese día, ya que aún no había inventado mi manera tolerable de revisionar la serie.

Pero ahora lo veo, con mi grandioso método, y lo entiendo, es cuestión de perspectiva. Porque yo he sido creyente en mis años mozos, aunque con la idea terrible que uno tiene de Dios y de los que no creen en Él, la de alguien que te vigila mientras te masturbas. Así que ver a un personaje como el nuevo reverendo que viene a la ciudad y que te da una perspectiva más acorde a mi agnosticismo actual, la verdad es que me resulta bastante interesante. Y cosas como mostrar al señor Burns vigilando a todo el mundo con sus cámaras para compararlo con la idea tradicional que se tiene de Dios me hicieron bastante gracia, y otras cosas con las que me he partido de risa que la primera vez que lo vi no me debieron de hacer gracia, como Buda, Jesús y Einstein bailando con la canción de Lisa. Así que no sé qué ha pasado, si ha sido mi método de visionado digno de la creación de un genio, si ha sido que ya había visto antes capítulos horrendos de las últimas temporadas peores que este o si ha sido que mis neuronas se han conjuntado para identificar hoy el humor del episodio con mis experiencias religiosas, porque esta vez sí me ha gustado, aunque reconozco que no es un episodio para ver muchas veces, como máximo una.