Los pequeños se nos son mostrados en la película como los rebaños que tanto habitan a escasos metros de la escuela; frágiles, a veces peleones y siempre siguiendo las órdenes de aquel que lleva la voz cantante.

No importa ser adoptado, pertenecer a una clase media-baja e incluso ser mayor que otros chicos que comparten clase contigo, todos deben pasar por el árduo -y con el paso de los años valorado- camino hacia la educación primaria. No hay opción a negarse a ella pese a tratarse de ser algo duro, ridículo y que en definitiva nos es impuesto dictatorialmente.

Todos miramos a los protagonista de ésta no-ficción y rememoramos sensaciones ya sea para bien o para mal. Sensaciones que habitan en nuestro subconsciente como pequeños traumas que florecen con otro paso inexorable que vivimos; la madurez.

Con la madurez también llegará la génesis de los tabúes, de los tópicos, de las mentiras y de la maldad en sus cuotas más altas. Philibert lo que decide mostrar en 'Être et avoir' no es éso -aunque lo podría haber hecho-, lo que decide mostrar es la inocencia que todos perdemos con el paso de los años.

Los chicos son futuros peones de la sociedad campesina e incluso quizá algunos de la urbana. El ejercicio de empatía que hacemos con ellos es inevitable, quizá por ello su visionado provoca en el espectador carcajadas y lágrimas.

Es un documental denso pese a la maquillada sencillez de su concepto básico. No sólo te hace reflexionar de manera maravillosa sobre la educación "única" que hay en algunos pueblos de Francia, te hace sobretodo pensar en la vida y en lo que nos convertimos con el tiempo.

El profesor López no les hace aprenderse de memoria la definición de soneto ni tampoco cómo debe ser encontrado, él "sólo" les enseña a enfrentarse a lo infrentable; la durez de la vida más allá del aula. Durez que inevitablemente deberán vivir, durez que pasa por todos, durez que les hará cambiar para bien o para mal.