Se me ha ocurrido un experimento en la tarde, a falta de otra peli para pasar el domingo, le he puesto Scott Pilgrim a mi madre para ver que tal y no hace falta decir que no le ha pillado el punto ni la gracia.

Me queda más que claro que Scott Pilgrim es una película muy, muy arriesgada; tan arriesgada que al parecer las diferentes distribuidoras a nivel mundial se han puesto de acuerdo para retrasar o directamente cancelar su estreno a lo largo de Latinoamérica y Europa. No es para menos, esta película esta pensada para los que crecimos rodeados de cómics, videojuegos de 8 bits, anime y cine pop; incluso me atrevería a reducir el colectivo a los fans del cómic de O’ Mailley, a aquellos que hemos leído sus 6 volúmenes y hasta pasado el respectivo videojuego llegado el caso. Scott Pilgrim no es para todos los gustos.

Pero por el otro lado, este peliculón destinado al culto no puede suponer un mejor homenaje a esta (a nuestra) generación; con sus guiños, sus diálogos, con esas coñitas repartidas a lo largo del metraje, con esas sutilezas tan “épicamente épicas” como el logo de Universal en 8 bits… a eso le sumamos una música que como ninguna representa el espíritu indie de la obra, unas actuaciones solidas (cuando no bestiales refiriéndome a los personajes de Kieran Culkin y Brandon Routh) y en general la sensación de que estás viendo una verdadera obra de autor, una película realizada con mimo y respeto tanto al material original como a la audiencia.

Este infravaloradísimo genio llamado Edgar Wright lo ha vuelto a conseguir.