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Voto de FERNANDO BERMEJO:
6
Drama Los niños de un orfanato pasan tanta hambre que, desesperados, deciden que uno de ellos hable del asunto al director. El elegido es Oliver Twist, que será expulsado del centro y ofrecido como aprendiz a quien lo quiera contratar. Después de limpiar chimeneas y trabajar como ayudante de un enterrador, Oliver se escapa y llega a Londres. En las afueras de la ciudad, cansado y hambriento, conoce a Artful Dodger, que le ofrece alojamiento. ... [+]
22 de julio de 2007
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales del 2005, los mentideros cinematográficos se revolvieron con sorpresa y estupor al conocer que el recuperado Roman Polanski regresaba a la gran pantalla con una adaptación del clásico de Charles Dickens, Oliver Twist. Después de la oscarizada El pianista, muchos fuimos los que quisimos intuir a un Roman Polanski rehabilitado para el ejercicio autoral con el que tanto nos había deleitado en los años 60 y 70, y precisamente la obra dickensiana no parecía el material más apropiado para que tan anhelado deseo se materializara. A pesar de ello, la desgraciada infancia de Polanski y el cariz opresivo de sus obras más personales nos mantuvieron a la expectativa, pues cabía la posibilidad de que el cineasta polaco diera a la archiconocida novela de Dickens un enfoque ciertamente novedoso y original. La historia que se nos cuenta es sobradamente conocida, tanto por el prestigio del material literario en el que se inspira, como por la fama de dos de sus principales adaptaciones cinematográficas, el clásico de David Lean y el musical de Carol Reed: los avatares y desdichas de un bondadoso niño huérfano en los bajos fondos del Londres victoriano. A la postre, el resultado no ha sido ni tan desastroso como auguraban muchos escépticos, ni tan brillante como unos pocos ilusionados ansiaban. Cierto es que la adaptación dickensiana de Polanski renuncia a la sordidez asfixiante que tanto caracteriza a su director, pero también es innegable que resulta ser un más que correcto film de industria que plasma fielmente la obra de Charles Dickens. La película es una reconstrucción detallista de factura clásica y ritmo ágil y meridiano, que, paradójicamente, tiene en su protagonista infantil, Barney Clark, su principal escollo. Durante todo el metraje, la pequeña estrella, de rasgos suaves y rostro angelical, se revela incapaz de modificar su expresión de sufrida estupefacción permanente, lo que termina anulando la posibilidad de esa emotividad extra que este tipo de cine familiar persigue tan vehementemente. Expuesto este único inconveniente, así como sus logros dignos de elogio mesurado, convine andarse sin rodeos: nos encontramos ante un eficaz y elegante producto navideño que ha cumplido con su cometido, recaudar sin perder la compostura.
FERNANDO BERMEJO
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