En muchas ocasiones, las aburridas vidas de los literatos poco o nada tienen que ver con las apasionantes historias que éstos plantean en sus novelas, algo que supone una prueba relativa de las insalvables diferencias entre la realidad y la ficción. En otras, en cambio, son las experiencias del propio novelista las que alimentan e inspiran su obra, orlándola con elementos autobiográficos que el escritor modifica a su conveniencia. Tal es el caso de la británica Jane Austen, de cuya juventud da buena cuenta la presente película. Austen, que murió prematuramente a los 41 años a causa de una enfermedad extraña, se convirtió en un clásico de la literatura inglesa con tan solo 4 novelas, 2 de las cuales han sido adaptadas a la gran pantalla, Sentido y sensibilidad y Orgullo y prejuicio. Aunque no se le conocían novios ni amantes, la correspondencia de la escritora con una de sus hermanas confirma que, a la edad de 20 años, mantuvo un idilio con un joven irlandés pariente de una amiga suya, y que las dificultades económicas acabaron por truncar la relación. Por el contrario, el joven siempre negó que el idilio fuera más allá del mero escarceo. No es necesario ser un lince para llegar a la conclusión de que a buen seguro este romance, forjado a contracorriente y a la postre frustrado, cuyo desarrollo fílmico responde a todos los tópicos de los dramas románticos decimonónicos, marcó la vida de la escritora y por ende su corta pero influyente obra, que se ha caracterizado por ocuparse de los aspectos más sentimentales de la institución marital. Si exceptuamos este esclarecedor e interesante dato biográfico, nada nuevo es lo que nos aporta la última película de Julian Jarrold.